Las mujeres de Las Carolinas by Concepción Revuelta

Las mujeres de Las Carolinas by Concepción Revuelta

autor:Concepción Revuelta [Revuelta, Concepción]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-10-01T00:00:00+00:00


27

Ana repartía su tiempo entre el periódico y la Federación, haciendo jornadas interminables. También procuraba ayudar en donde podía, bien en el atelier con la ropa para las tropas, bien en los puestos donde se entregaba la comida del racionamiento. Había días que apenas dormía y estaba empezando a notar el agotamiento que a pesar de su joven edad iba haciendo mella en ella.

Aquella tarde al llegar se sorprendió con los acontecimientos. Acababan de tener noticia de que en la mañana un grupo numeroso de aviones Junkers Ju 52 había bombardeado la Naval en Reinosa. Sobre la constructora habían caído diez toneladas de bombas que ocasionaron importantes daños materiales en las instalaciones. Por suerte y hasta el momento, no había noticias que hicieran lamentar víctimas personales.

Después de informarse sobre lo sucedido se dirigió a su mesa para redactar la noticia. Estaba sentada intentando acabar el artículo para el periódico cuando se acercó Javier. El chico se sentó en una esquina y comenzó a dar pequeños golpes con el lápiz que tenía en la mano.

—Qué, ¿hoy no sales con ese novio que tienes?

Ana levantó la vista y lo miró a los ojos sin decir nada, pero lo atravesó con la mirada. Luego volvió a teclear la máquina de escribir con mucha más fuerza.

El chico se ofendió y puso la mano sobre las teclas impidiendo que Ana pudiera seguir.

—¿A ti, chaval, qué te pasa? ¿Eres tonto o qué?

—Yo de tonto tengo lo mismo que tú de monja. Al menos podrías contestar cuando te pregunto. Eres una maleducada, además de… Ten cuidado, que se te acaba el tiempo —le dijo acercándose a ella y en voz baja.

Ana se revolvió sobre la silla y se levantó encarándose a él.

—Mira, chavaluco, si alguien ha de tener cuidado, ese eres tú. Me estás empezando a cansar, ¿sabes? ¡Vete a lo tuyo y déjame en paz!

Con chulería el hombre se levantó de la mesa y volvió a dar unos golpes sobre ella con el lápiz al ritmo de una canción que tatareaba.

Ana respiró hondo. En más de una ocasión había pensado en dar parte de él para que fuera detenido, pero le faltaba valor, aunque seguía muy de cerca lo que hacía en el periódico porque estaba segura de que andaba pasando información. Pero no había conseguido ninguna prueba.

La chica terminó lo que estaba haciendo, recogió sus cosas, se puso el abrigo y tomó su bolso. Agarró con cuidado el papel que aún sujetaba el carro de la máquina y lo llevó hasta la mesa del redactor. Antes de abandonar el periódico pasó al baño, se retocó los labios, se colocó el pelo y salió.

Daniel hacía un buen rato que esperaba en la puerta a que ella terminara su trabajo. Hacía días que no se veían y estaba deseando poder estar con ella.

Antes bajó Javier, al ver al novio de Ana se fue hacia él y tropezó a propósito, dándole un golpe en el hombro con el cuerpo.

—¡Tío! ¿Qué te pasa?

—Perdón, no te vi, estás tan pegado a la puerta que pensé que formabas parte de ella.



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