Las dos caras de la verdad by Michael Connelly

autor:Michael Connelly [Connelly, Michael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2016-12-31T16:00:00+00:00

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Después del estofado y el arroz frito, Bosch y Haller trataron de unir las piezas. Coincidieron en que toda la trama probablemente se inició cuando Spencer, enfrentándose al inminente pago global, sin dinero y sin permiso para vender su casa, fue a ver a la abogada que lo involucró en el préstamo de Rosebud: Kathy Cronyn, nacida Zelden.

—Ella dice: «Lo siento, amigo, pero el globo del año que viene va a explotar y te vas a joder —dijo Haller—. Pero déjame presentarte a mi marido y socio de bufete. Podría haber una forma de conseguir el dinero que necesitas antes de julio». Ella hace la presentación, y Lance le cuenta que todo lo que tiene que hacer es averiguar cómo meter algo en una de las cajas precintadas de ese gran almacén donde trabaja. Tipos como Spencer probablemente se sientan durante sus descansos a hablar de formas de adulterar el sistema. Los cotilleos sin importancia en el trabajo se convierten en algo real y en la solución del embrollo en el que está metido.

—Todavía hemos de descubrir eso —dijo Bosch.

—Mi apuesta es que cuando todo esto salga a la luz, Spencer va a hacer un trato y nos contará exactamente cómo lo hizo. Si contrata al abogado adecuado esta vez, probablemente saldrá de esta pareciendo una víctima. A todo el mundo le gusta un abogado como villano. El fiscal cambiará a Spencer por Cronyn y Cronyn en un abrir y cerrar de ojos.

—Spencer no es una víctima. Forma parte de la trama. Está tratando de sepultarme.

—Lo sé. Solo te estoy explicando la realidad de este asunto. Cómo se desarrollará. Spencer es un tipo con el agua al cuello y estos abogados lo utilizaron.

—Entonces deberíamos ir a por él ahora. Hacerle frente, mostrarle el vídeo. Ponerlo de nuestro lado antes de la semana que viene.

—Podría valer la pena intentarlo, pero, si no cede, le daremos a Lance Cronyn ventaja para el miércoles. Preferiría arrearles a todos en la sala.

Bosch asintió. Era probablemente el mejor plan. Justo entonces, la idea de enfrentarse a Spencer le recordó que el agente del Depósito de Pruebas estaba en ese momento bajo vigilancia. Sacó el teléfono.

—Me he olvidado de Cisco —dijo—. Está vigilándolo ahora mismo.

Bosch hizo la llamada y Cisco respondió en un susurro.

—¿Qué está pasando? —preguntó Bosch.

—Ha conducido durante una hora hasta que se ha convencido de que no lo seguían —dijo Cisco—. Después ha ido a Pasadena y se ha reunido con alguien (una mujer) en el aparcamiento de Vroman’s.

—¿Qué es Vroman’s?

—Es una librería muy grande con un aparcamiento enorme al borde de la ciudad vieja. Han aparcado los dos coches ventanilla con ventanilla, sabes, como hacen los polis.

—¿Quién es la mujer?

—No lo sé. Lleva placas de concesionario, así que no puedo comprobar la matrícula.

—¿Parece un coche nuevo?

—No, es un Prius rayado.

—¿Puedes conseguir una foto sin que se percaten? Estoy aquí con Haller y podría saber quién es ella.

—Puedo intentarlo. Recurrir al viejo truco de pasear como si tuviera una llamada y grabar un vídeo.

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