La vida por un instante by Fernando Gómez Recio

La vida por un instante by Fernando Gómez Recio

autor:Fernando Gómez Recio [Gómez Recio, Fernando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2022-02-19T00:00:00+00:00


* * *

Las dos horas de plantón estaban finalizando. Diez minutos largos y podría descansar, de una vez por todas, el pie que lo estaba matando. Diez minutos que se iban a hacer larguísimos. No veía el momento de quitarse la bota y mover los dedos libres de apreturas. Siempre los últimos diez minutos son los peores. Se te hacen eternos. El calor había sido intenso y eso siempre influye en que los pies se resientan. Contempló los últimos rayos del sol tratando de no caer por detrás de los edificios y le pareció que ese astro declinante no era el mismo animal feroz que había sufrido en Asia en la base de Qala i Now. En esa tierra el sol no deja de estar presente, enfurecido y terrible, incluso cuando consiente en ocultarse tras las colinas. Se pueden sentir sus fríos latidos cuando se ha acostado y el viento azota a quien ha cometido la osadía de detenerse a contemplar su puesta.

El de aquí es un sol civilizado, un sol con el que se puede hablar, con el que es posible hacer planes, negociar. Un sol que por la noche concede el recuerdo de su calor y no te abandona al frío insoportable del desierto. Un sol con el que pasear, broncearte en la piscina, cultivar la huerta o salir a correr por la ribera del río. El sol amable y sonriente que los niños pintan saliendo tras unas montañas triangulares, redondo y orlado de palitos alrededor. Un sol educado y culto, sinónimo de prosperidad y abundancia. El sol al que cantaron Machado o Lorca, o Alberti cuando gritó: «Viva el sol de la mañana / grita el pájaro en su rama». Un sol que es compañero y amigo, y aunque a veces, cada vez más, se excede obligándonos a escondernos en la sombra, lo admitimos como parte de la vida sin relacionarlo con esa bola de fuego cruel y extranjero que abrasa cuanto toca y no deja espacio sino para la intransigencia y el atraso.

No es este el mismo sol que aprendió a odiar en el desierto. No lo es.

Balanceó ligeramente el cuerpo para descargar el peso de un pie en el otro meciéndose al modo de un árbol movido por el viento.

—¿Qué tal vas? —escuchó de súbito preguntar a sus espaldas—. Mal día para hacer guardia después de la fiesta de ayer.

—Coño, Manolo. Qué susto me has dado. ¿Ya son las diez?

—Todavía falta un poco —respondió el interpelado cruzándose de brazos mientras guiñaba los ojos mirando al sol declinar.

—Pues ya estás yendo a prepararte que los pies me están matando.

—¿Quieres que me ponga ya? Total, faltan diez minutos.

—No te preocupes. —Tentado estuvo de aceptar el ofrecimiento de su compañero. Pero le pareció que no terminar la guardia era poco menos que reconocer una discapacidad—. Aguanto sin problemas —afirmó apretando los dientes—. No se me va a ir la vida en 10 minutos —aventuró—. ¿Qué son diez minutos? —musitó para sí—. Un instante nada más.

También el tiempo aquí era distinto y los instantes corrían de forma apacible, aburrida a veces.



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