La venganza de Marige by Corín Tellado

La venganza de Marige by Corín Tellado

autor:Corín Tellado [Tellado, Corín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1959-01-01T05:00:00+00:00


—¿Lo llevas tú o lo llevo yo, Berta?

—Yo… no.

—Pues lo hago yo.

Y lo hizo. A la mañana siguiente lo recibía Miguel y dos horas después salía en su turismo negro hacia Saradá.

* * *

Marige se levantó temprano, fue a misa, confesó y comulgó y antes que dejara el templo, el sacristán fue a decirle que el señor cura la esperaba en la sacristía, pues deseaba hablarle.

Marige, serena y firme, pasó por delante de sus vecinos que la miraban con curiosidad, y penetró en la sacristía con la cabeza alta.

—Buenos días, padre.

—Pasa y siéntate. Acabo de confesarte, hija mía, te di la comunión e ignoro aún si la mereces.

—¡Padre!

—Hemos de hablar tú y yo. Siéntate cómoda, presta atención a lo que voy a decir y contesta con sinceridad.

—Lo haré, padre. No creo que haya cometido pecado alguno.

—De eso vamos a hablar. Me has dicho que ibas a casarte con Miguel Vega… Esto me sorprendió, yo no sabía que Miguel y tú… ¿Te casas sin amor?

Marige reflexionó con la cabeza inclinada sobre el pecho. Alzó los ojos, los fijó en el sacerdote y dijo sincera:

—Yo no conocí nunca el amor, padre. Yo me iba a casar con Ricardo y sentía hacia él profundo afecto. Por Miguel lo siento también.

—¿Y qué es el afecto sin amor?

—Pues si el afecto… es amor yo me caso enamorada de Miguel.

El sacerdote reflexionó.

—Dime, Marige, ¿cuándo y cómo has decidido casarte con Miguel?

—Miguel me ama; siendo novia de Ricardo él me dijo que si algún día lo necesitaba…

—Lo cual quiere decir que en tu matrimonio con Miguel no habrá ni una migaja de cariño. Te casas con él por salir de este pueblo, por herir a Ricardo, por tu orgullo humillado…

—Ya le he dicho, padre…

—Lo que me has dicho poco importa. Lo único que me interesa es lo que dejas por decir, lo que se oculta en tu mente, eso que no dirás ni a mí ni a nadie.

—¡Padre!

—Casarte sin amor es un pecado mortal, tenlo presente.

—Nunca creía en el amor de las personas, al menos el amor que dice Miguel sentir hacia mí. Yo creo en los afectos, en la estimación de dos seres que sin ese apasionado amor pueden ser felices.

—Ya, ya… Siempre fuiste una muchacha muy particular, Marige. No naciste para vivir en este ambiente, y temo que al ser trasplantada a otro… lo tomes demasiado intensamente. Y te advierto que sin duda has de sentir ese amor en el cual ahora te resistes a creer y has de sufrir por ello, Marige. Dime criatura. ¿Estás dispuesta a obedecer a tu marido, a cumplir tus deberes de esposa cristiana, a ser una mujer honrada, laboriosa y fiel a tu marido?

—Sí, padre.

—¿Absolutamente segura, Marige?

—Absolutamente segura, padre.

—Te creo. Cuando Miguel llegue a Saradá venid los dos por aquí. Quiero veros juntos antes de casaros.

—Sí, padre.

—Ahora puedes marchar.



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