La túnica azafrán by T. Lobsang Rampa

La túnica azafrán by T. Lobsang Rampa

autor:T. Lobsang Rampa [Lobsang Rampa, T.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Divulgación, Espiritualidad, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1966-06-06T00:00:00+00:00


Capítulo nueve

Me quedé de pie en el tejado del almacén, a mucha altura sobre el terreno que me rodeaba. Ante mí se extendía todo el Valle de Lhasa, verde y hermoso, con las casas de colores y el azul del Puente Turquesa. Más allá, el tejado dorado de la Catedral de Lhasa relucía muy erguido, como había estado durante siglos capeando las tormentas. Detrás de mí, aunque esta vez no volví la cabeza, se hallaba el Río Feliz y más allá las altísimas montañas con los desfiladeros que conducían a las alturas y que descendían por grandes pasos y gargantas hasta que se tenía la última visión de Lhasa. Luego se seguía en dirección a la India y se veía parte del Nepal, parte del Sikkim y parte de la India extendidas al frente. Pero eso era corriente para mí, pues ya conocía todo ello. Concentraba toda mi atención en la ciudad de Lhasa.

Por debajo de mí, a la derecha, o más bien casi directamente debajo de mí, estaba la Puerta Occidental, la entrada a la ciudad, camino lleno como siempre de mendigos que gritaban pidiendo limosnas, peregrinos en espera de una bendición del Santísimo, y mercaderes. Hallándome allí mientras protegía mis ojos contra la fuerte luz para ver con más claridad, las voces cada vez más altas me traían sus mensajes: —⁠¡Limosnas! ¡Limosnas por amor al Santísimo! ¡Limosnas para que también a ti en tu hora de tribulación te ayuden! —⁠Y luego, en otra dirección⁠—: ¡Qué ganga es esto para ti! Sólo diez rupias, tan sólo diez rupias indias y conseguirás esta magnífica ventaja; nunca tendrás una ocasión semejante otra vez, pues nuestros tiempos cambian. Más vale que te diga, como buen cliente, que lo podemos dejar en nueve rupias. ¡Basta con que me des ahora nueve rupias y te entregaré esto y nos separaremos como buenos amigos!

Por el camino del Anillo que pasaba por debajo, los peregrinos circulaban tendiéndose algunos cuan largos eran, levantándose y volviéndose a tender de nuevo como si con esa forma tan rara de locomoción lograran alguna salvación. Pero otros caminaban muy erguidos mirando los relieves de las rocas en color, que eran uno de los hermosos rasgos de esa montaña. Al aparecer a mi vista, los oía yo murmurar: —⁠¡Oh, allá arriba en el tejado hay alguien mirando! ¿Crees que es un lama? —⁠Esta idea casi me hizo reír. ¿Cómo iba a ser yo un lama si no era más que un muchachito cuyo roto hábito sacudía el viento? ¿Yo, un lama? No, aún no, pero lo sería a mi debido tiempo.

Los peregrinos rezongaban su eterno: «¡Om! ¡Maní padmi Hum!». Los mercaderes trataban de venderles hechizos, Ruedas de Plegarias, amuletos y horóscopos. La mayoría de los horóscopos, encantos y amuletos habían sido hechos en la India e importados, pero los peregrinos no lo sabía, ni que ninguna de esas cosas había sido bendecida como debía ser. Pero, ¿acaso no ocurre eso mismo en todos los países y en cualquier religión? ¿No son los



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