La sombra de la tierra by Elvira Mínguez

La sombra de la tierra by Elvira Mínguez

autor:Elvira Mínguez [Mínguez, Elvira]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2023-02-01T00:00:00+00:00


* * *

El Cuervo recorre el camino que lleva hasta la casa de Atilana. A lo lejos se distingue el pozo. Puede ver que hay alguien recogiendo agua. A medida que se acerca reconoce a Amparo. Cuervo duda, Amparo es imprevisible, y hay algo en ella que a Cuervo le atemoriza, aunque, por supuesto, jamás se lo confesaría a nadie. Sin embargo, es posible que Atilana no lo vea con malos ojos si se presenta como único pretendiente de Amparito, puesto que, se apuesta consigo mismo, la pobre tarada no va a tener muchas más oportunidades de casamiento. Mira hacia uno y otro lado comprobando que no hay nadie y, armado de valor, se dirige hacia el pozo. A medida que se acerca se fija con más detalle en el cuerpo de Amparo y sonríe; tampoco la muchacha está tan mal, un poco flacucha para su gusto, pero eso es seguro que tiene buen arreglo y, por otra parte, si ahora es ya fácil de contentar, como se comenta en la bodega, en unos años seguro que lo será mucho más. Estos pensamientos le dan valor y fuerza para acercarse.

Amparo está tirando de la cuerda para sacar el cubo lleno de agua. Antes de que Cuervo llegue hasta ella, la muchacha detiene lo que está haciendo y, como si lo presintiera, se gira despacio hacia él. El hombre, muy cerca ya de ella, se para y mira a Amparo sonriendo.

—Buenos días, Amparito. ¿Necesitas que te eche una mano?

Amparo no hace ni dice nada. Su cuerpo se tensa y clava una mirada aviesa en él. Cuervo no sabe muy bien cómo interpretar esto, se le congela la sonrisa. En ese momento, ella hace un movimiento repentino, como espantándole, que hace que Cuervo pegue un brinco hacia atrás, parece que se achicara y ahora es Amparo la que sonríe. La joven repite el movimiento y le añade un sonido gutural que al Cuervo no le parece de este mundo. Avanza hacia él cada vez más rápido repitiendo los gestos. El Cuervo se detiene en el camino.

—Ya veo que estás ocupada. Marcho entonces. Solo quería saludar a tu madre.

Se da la vuelta y comienza a alejarse aparentando tranquilidad. Amparo va detrás de él. Se agacha y coge un puñado de piedrecitas que comienza a lanzar hacia los pies del hombre. Cuervo camina más rápido mirando de vez en cuando por encima del hombro. Amparo le sigue lanzando piedras y graznando hasta que este comienza a correr ya sin el menor pudor. Amparo se da la vuelta y regresa de nuevo al pozo.



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