La sombra de Alejandro by Frédéric Neuwald

La sombra de Alejandro by Frédéric Neuwald

autor:Frédéric Neuwald [Neuwald, Frédéric]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 2004-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Desperté sobresaltado hacia las tres de la tarde y necesité unos momentos para recordar dónde me hallaba y qué hacía allí. Me levanté y me puse unos pantalones cortos de tela cruda que había encontrado en el inmenso armario, sin tomarme la molestia de buscar unos calzoncillos. Siempre me había gustado llevar la ropa sobre la piel desnuda. Tras un instante de vacilación, cogí también una camiseta, que mantuve en la mano.

Hans y Amina aún dormían, con la puerta de la habitación abierta de par en par, y me dirigí hacia el gran salón. Hyacinthe tomaba café, con la mirada perdida en el magnífico panorama del paseo marítimo, y me reuní con él una vez hube encendido un cigarrillo del paquete que él había dejado, probablemente para mí, sobre la mesa.

—¿Ha descansado bien? —preguntó amablemente.

Había cambiado su elegante traje italiano por unos tejanos y una camisa oriental blanca. Por debajo de uno de los faldones, que la brisa marina entreabría, reparé en su pistolera, que llevaba sobre la piel desnuda.

—¿Jamás se separa de él?

—Sin él me siento desnudo —⁠bromeó con una sonrisa seductora.

Me acodé en la barandilla para admirar la vista. El aire salino era cálido y sentía cómo el sudor me perlaba ya la frente bajo el cabello. Me di cuenta de que la mirada de Hyacinthe recorría mi pecho y mis muslos desnudos y me puse la camiseta, haciéndole ruborizarse un tanto.

—¿Ha conseguido hablar con su padre?

—Sí.

—¿Le ha hablado de Etti?

Le lancé una mirada asesina.

—¡Desde luego que no!

Volví al salón climatizado y me senté en el diván.

—Sigue subsistiendo una duda, ¿no es así? —⁠quiso saber Hyacinthe, que me había seguido⁠—. Entonces, ¿por qué aceptar la propuesta de Helios? —⁠No respondí y él hizo una mueca⁠—. Unos días de esperanza valen más que semejante ausencia…

—¿Cuál es el programa? —inquirí, para cortarlo en seco.

—Se lo haré saber en cuanto sus amigos se hayan despertado. ¿Tiene apetito?

Meneé la cabeza.

—A decir verdad, no. —Me volví hacia él para mirarle bien de frente⁠—. ¿Cuánto hace que me sigue?

—Desde que supimos que era a usted a quien habían encargado el inventario de los bienes del dottor Lechausseur.

—¿El padre Ilario?

—No fui yo.

—¿Quién, entonces?

—Lo ignoramos.

—¿Jurgen?

—Es poco probable.

—En ese caso, ¿quiénes son los que nos atacaron? —⁠insistí, superado por su aire de serenidad.

Se encogió de hombros.

—Intentamos averiguarlo.

—¿Quiénes son «nosotros»?

—Nosotros. Yo, otros como yo, Helios y otros como usted.

—¡Enigmas! —me enfurecí, al tiempo que aplastaba rabiosamente mi cigarrillo⁠—. ¡Enigmas una y otra vez! ¿Qué papel desempeña usted en todo esto? ¿Una especie de ángel guardián dispuesto a disparar sobre todo lo que moleste? ¿Un espía de Helios? ¿Qué, si puede saberse?

—Un poco de todo eso. Y algo más. —⁠Solté un juramento, irritado⁠—. No soy su enemigo, Morgan. Y Helios tampoco. Nosotros no…

—Dejémoslo estar, ¿quiere? —⁠suspiré, masajeándome las sienes⁠—. Su letanía del buen mafioso me ataca los nervios.

—No tenemos nada que ver con la mafia. Nosotros… —⁠Le dirigí una mirada cansada y calló para encender un cigarrillo⁠—. Helios contrata a hombres como usted para buscar… ciertos objetos —⁠dijo bajando la voz⁠—.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.