La rubia del Tívoli by Esteban Navarro

La rubia del Tívoli by Esteban Navarro

autor:Esteban Navarro [Navarro, Esteban]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2019-09-23T16:00:00+00:00


Capítulo 19

El hombre cruza la calle cojeando. Carmen se percata de que arrastra el pie derecho ligeramente, de ahí la necesidad del bastón. Por sus modales, su edad, y su forma de hablar, tiene la impresión de que es un mando del ejército, ya retirado, posiblemente, a causa de heridas de guerra.

Mientras espera, unos soldados pasan por la calle a bordo de un vehículo militar. El copiloto, sin ningún tipo de pudor ni educación, profiere unas palabras malsonantes.

—Niña, mira lo que tengo aquí para ti.

Los demás soldados se ríen.

En ese instante piensa que quizá no ha sido tan buena idea sentarse en ese banco. Se siente desprotegida y desvalida y reconoce un cierto temor a estar sola en manos de esos soldados. Algo de lo que ya su tío la había prevenido que ocurriría en el caso de que se hubiera quedado en Boltaña.

«La guerra no solo crea enemigos, sino que forja bestias», le dijo.

—Veo que sigues aquí —le dice el desconocido cuando sale de la perfumería y cruza la calle para reencontrarse con ella. —Carmen cabecea, pero tampoco dice nada—. ¡Ten! —alarga el brazo que tiene libre de sujetar el bastón—. Esto es para ti.

Le entrega un paquete envuelto. Carmen lo apresa con sus dos manos, temiendo que se caiga al suelo. No quiere que, sea lo que sea lo que aquel señor le entrega, acabe rompiéndose por una torpeza suya.

—¡Ábrelo! —conmina.

Carmen coloca el paquete con cuidado sobre la parte que queda libre del banco de piedra y deslía la cinta que lo recubre. Al desvelar el interior se queda sorprendida. Se trata de un fino y delicioso lápiz de labios de la marca Dorothy Gray, cuyo precio de 17 pesetas figura en una etiqueta.

—Gracias —le dice—. Pero no lo puedo aceptar, señor. Es demasiado caro.

El hombre muestra enojo.

—Es de muy mala educación rechazar un regalo —expele—. Haz lo que quieras con él, pero debes aceptarlo.

Carmen teme una represalia por parte del desconocido, por lo que opta por asentir y acepta el regalo. Luego, con el lápiz de labios entre sus dedos, lo mira a los ojos. Quiere preguntarle por qué le hace aquel regalo y qué contrapartida le va a solicitar. Los mofletes de la chica se amoratan cuando concibe lo que aquel hombre le puede pedir.

—No soy una prostituta —suelta sin pensar demasiado.

El hombre abre los ojos y contrae el rictus. Luego bosqueja una sonrisa en sus labios para liberar una sonora carcajada que retumba en toda la calle Torrente de la Olla.

—Una prostituta, querida niña —le dice—, es una mujer de malvivir que se acoda en las barras de los locales de moda nocturnos a la espera de algún estraperlista eufórico que tenga muchas ganas de dejarse una indecente cantidad de dinero en conmemorar el cierre de algún jugoso negocio. Una vez contactan, los dos quedan en un discreto Meublé donde consuman la relación. Y el negocio —añade—. Tú, evidentemente, no eres una prostituta. Ni pretendo con mi obsequio hacer que lo seas.

Carmen no dice nada y se produce un silencio incómodo.



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