La Rosa Inglesa by David Silvestre

La Rosa Inglesa by David Silvestre

autor:David Silvestre [Silvestre, David]
La lengua: spa
Format: epub
editor: EbookDigital
publicado: 2022-11-03T00:00:00+00:00


14

EL REY

Delirantes formas fatuas se movían en la sala del trono de palacio, entre negros alabarderos que montaban guardia custodiando a su soberano, el rey, y una sombra se fundía en la distancia, su interlocutor hacía serios esfuerzos por encajar las iras del monarca ante las malas nuevas que traía.

Allí surgió de negra seda, reluciendo el collar del Toisón sobre su pecho, volviéndose una y otra vez, agitando sus manos, agitando su capa damasquinada, retorciéndose convulso, ¿era un rey o un enfermo noctámbulo lo que surgía ante sus retinas? Lord Darlington escuchaba y asentía sin rechistar.

Aquella contienda, aquel pulso con el Diablo le habían criado canas, transfigurado en una mente obstinada, maniática, delirante, convirtiéndose en un ser que solo respiraba maldad y desconfianzas, que intuía el miedo, pero no lo decía, que percibía la desesperación, mas no la pregonaba. Aún mostraba el coraje suficiente, pues sus ojeras eran terribles, manos temblorosas, voz desabrida, abandonado, pero orgulloso, con su arboladura aún izada, como un náufrago asido a su mástil en la inmensidad del océano.

―¿Qué traéis que nada ya sepa, milord? ¡No hay caballero en mi reino que se precie en desafiar a ese Diablo que chamusca mis barbas! ¡De esta vida de morir, cuántos sueños sin cumplir! ―reprendió el rey a sus más allegados consejeros, en un acceso de enajenación.

―Y en Alvarado salto1 lo perdí, Majestad ―se inclinó lord Darlington en señal de disculpa.

―¡Bien que brincó en tan aciaga noche el Diablo, como el mismo Jaczo2 ! ¿Tan traicionero se os presentó ese paso, milord?

―¡Como el mismo San Gotardo3, mi señor!

El rey le tendió una torva mirada entre un silencio sepulcral.

―Precipitosa tropología la vuestra, milord. Pocas veces invocó el silencio tanta inspiración.

―¡A bien que el diablo los lleve! Os traigo a ese caballero que tanto demandáis, Majestad ―trató de divagar el inglés, tosiendo.

Lord Darlington dio un paso al frente como descorriendo tras él un velo macabro, igual que un acto de terror, surgiendo a sus espaldas una figura envuelta en negro, que penetró en la sala del trono con cadavérica mascadura y semblante, el cual amedrentó hasta al propio rey que contuvo la respiración. Sir Mortimer inclinó su cabeza ante el monarca en señal de reverencia.

―Del Erebo4 infortunado, en suplicios fui sacado, recogido en tal estado, que por muerto fui saldado. Jubiloso me encomiendo a la obra y gracia de Vuestra Católica Majestad, que tanto desafíos, heridas o requiebros hayan de venir, ávido es mi deber ante lo ajeno y honda mi gratitud y lealtad hacia vos.

―¿Qué escuché?, ¿el rebuzno de un volcán, o el lamento de un Jordán? ¿De dónde surgisteis, desventurado Peleo5 ? Contened vuestros ardores, que perturban cegadores ―el monarca hizo un viso condescendiente con la mano desde la distancia, aprobando su presencia―. ¡Cádiz saqueada! ¡Media flota destinada a cazar a un villano! ¿Me creéis un rey demasiado compasivo con el enemigo, lord Darlington, o tal vez inocente?

―Visos de miedo veo en vuestra mirada. Eso es lo que os quiere infundir el enemigo.

―¡De miedo habláis! ¡Qué palabra tan necia proclamáis! Bien fundado está ese miedo si el de Ayante6 percibís reflejo en mí.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.