La Ronda by Francisco Bescós

La Ronda by Francisco Bescós

autor:Francisco Bescós [Bescós, Francisco]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2023-05-18T00:00:00+00:00


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JUEVES, 23.00 H. EL CAÑAVERAL

El inspector Seito se había pasado las últimas veinticuatro horas vestido con un pantalón de pijama de franela y una camiseta de MC5 tan vieja y desgastada que se podía ver a través de ella. No recordaba cuándo había sido la última vez que había disfrutado de un día entero de vacaciones como aquel. No solo por no ir al trabajo. También porque había logrado pasar veinticuatro horas sin compadecerse a sí mismo. Llamó solo una vez a Marga para saber si el niño empezaba a sentirse menos adormilado.

—Hoy está contento. Se ha reído con unos cuentos de Barrio Sésamo.

Aquella había sido solo una de las cosas buenas que había tenido el día. Se había levantado tarde. Había bajado al bar a desayunar tortilla y café con leche. Luego había visto unas películas de los años ochenta. Sin tan siquiera pasar por la ducha, había cocinado unas judías verdinas que guardaba en el congelador desde su última visita a Asturias, con alcachofas y jamón. Por la tarde, había bajado al trastero a por un par de cajas que aún tenía cerradas desde la mudanza, dos años atrás. Eran discos de vinilo. La única posesión material que le importaba. Arrancó la cinta americana de la primera caja y la abrió. Apareció un rostro enjuto, de nariz alargada, flequillo y bigote que había pasado mucho tiempo en la oscuridad.

—¡Hola, George! —dijo en voz alta.

Tomó con cuidado el álbum homónimo de George Harrison, cuya imagen de carátula era un retrato en primerísimo primer plano del exBeatle. Le pasó una gamuza empapada en Pronto para quitarle bien el polvo. Sacó el disco; no estaba rayado. Harrison había compuesto ese álbum en 1979, así que, aunque no le gustaba demasiado, lo colocó en la estantería, junto a otros grandes clásicos de ese mismo año, como el London Calling de The Clash, el Lodger de David Bowie, el Setting Sons de The Jam o el Unknown Pleasures de Joy Division.

A media tarde, la estantería de los discos había duplicado su contenido. Cada vinilo que limpiaba y colocaba era un argumento para reforzar la única idea que había sacado en claro de su experiencia en la vida: que el tiempo pasa y la civilización respeta la tendencia a irse a la mierda. Puso la tele. En TCM empezaba un maratón de John Carpenter. Aquel día parecía haber sido diseñado por el cosmos como homenaje a su propia persona, a Juan Luis Seito. Por la noche se dejó caer en la cama y leyó hasta quedarse dormido.

Un timbrazo rompió el silencio y le sacó de su sueño. Le costó orientarse. Miró los números luminosos del despertador: las once y cuarto. Arrastró los pies hasta la cocina. La pantalla del portero automático se había encendido, mostrando a la persona que llamaba. Seito no dio crédito a lo que veía.

—Pero ¿qué cojones…? —exclamó. Y, descolgando el telefonillo, añadió—: Sube.

Salió al descansillo y esperó hasta que el ascensor llegó a su piso. Se abrieron las puertas y apareció Dulce O’Rourke.



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