La responsabilidad del artista by Jean Clair

La responsabilidad del artista by Jean Clair

autor:Jean Clair [Clair, Jean]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788491141693
editor: A. Machado Libros
publicado: 2018-01-07T23:00:00+00:00


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En ese desarraigo, en ese 'desastre', por usar una palabra de René Char, se había impuesto así poco a poco un volapuk pictórico. Revoltijo de baratillo, odds and ends de una modernidad derrotada y desmantelada, se le vio triunfar en Kassel y en otros lugares escogidos de la modernidad. Arte de puro formalismo, no se afirmaba tan resueltamente 'moderno', sino por ser el único en pretenderse puro de toda contaminación, sin vínculos con el pasado, sin memoria, sin deudas ni remordimientos.

Puesto que el sujeto se había hecho culpable, convenía olvidarlo. Y desaparecido el sujeto de una obra en la que el sentido se había abolido, convenía no disfrutar en adelante más que de un puro juego de formas y colores que nada recordara. Así, descontaminado, lavado, purificado, aclarado y escurrido todo indicio de humanidad, todo humor, toda supuración y todo llanto, la obra afirmaba su triunfante autonomía de objeto. Así, en Francia, L’Asperge de Manet, pese a ser un banal trabajo de estudio, parecía volverse a ojos de Gaëtan Picon más importante, al menos desde el punto de vista de la modernidad, que la admirable cara del joven con canotier en el primer plano del Déjeuner dans l’atelier lo es para la pintura de todos los tiempos. Lo que celebraba era el nacimiento de un arte sin leyenda, sin texto, sin referente, donde 'solo importe hacer', en el que 'el único texto fuera el de su visibilidad'; signos, sí, pero que no se multiplicaran 'más que para hablar de sí mismos', 'un presente simplemente presente', 'sin trasfondo' 13. Dicho de otra forma, un arte amnésico que corriera por sí solo como un pollo decapitado.

Pero el artífice esencial de esta reductio ad absurdum fue Clement Greenberg en Nueva York 14. En su busca de una epifanía de la pintura pura le imponía a la historiografía del arte moderno un desarrollo lineal que comenzando igualmente por Manet avanzaba necesariamente hacia Cézanne y el cubismo para alcanzar su plenitud en la abstracción gestual de los años cincuenta y luego en el minimalismo. De la historia así allanada desaparecían nombres como Grosz y Schwitters junto con muchos otros de los que él, poco al corriente de la historia de Europa, tampoco sabía nada.

Donde la teoría muestra mejor sus excesos es en el campo de la escultura. Así, el Centro Pompidou presentaba en fecha tan tardía como 1986 una exposición titulada '¿Qué es la escultura moderna?', que bajo la fingida modestia de la pregunta pedagógica escondía una respuesta perentoria. La escultura moderna es el movimiento que tiende a retraer el volumen a la pura bidimensionalidad. Expuesta al fin del trayecto, la sombra proyectada por un cuadrado sobre un fondo monocromo se había convertido en esencia de la escultura moderna, figura angélica en el cielo de las ideas puras de la que cualquier encarnación, cualquier volumetría, cualquier realización corpórea sería siempre decadencia o caída. La evolución de la imagen tallada, de las maderas de Gaugin a las chapas cortadas de Picasso, de las placas



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