La repetición by Ivica Djikić

La repetición by Ivica Djikić

autor:Ivica Djikić [Djikić, Ivica]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-01T00:00:00+00:00


* * *

—Mi primer encuentro con los frailes —dijo Dijana— fue cuando empecé a trabajar en este libro. No sabía nada de ellos…

—¿Tu familia no iba a la iglesia? —se sorprendió un poco Mijo.

—No, nunca… Por lo menos yo no lo recuerdo.

—Eso tampoco está bien, pero bueno…

—Cada uno es libre de escoger —dejó caer Ruža—, cada uno es libre de hacer…

—Madre mía, no pensaba en nada malo. ¿Por el Partido o porque sí?

—Por lo que yo entendía, porque sí —dijo Dijana con una sonrisa.

La Navidad y la Pascua en casa de los Lovrić no eran días cualquiera, se comía y se bebía más alegremente, venían los primos, ellos iban a su casa, todos se vestían para la ocasión, pero no había en ello ni rastro de religiosidad, de agradecimiento a Dios. Para ellos se trataba de una simpática convención urbana que la señora Marija se tomaba incomparablemente más en serio que su marido, lo cual tampoco era muy difícil: en todo lo compartido él actuaba de forma estática, participaba de un protocolo en el que sus pensamientos estaban en otro sitio, aunque cumplía con su papel a conciencia. Ella hacía tiempo que había dejado de tener esperanzas en ganar protagonismo. Se conformaba con que no se destruyeran los pilares de un mundo frágil, que se sostenía en su habilidad y pensamiento práctico. Ella era sociable, mantenía vivas las amistades de la familia, siempre tenía tiempo para ayudar o hacer algo por alguien, encontraba soluciones y salidas. Era como se dice que ha de ser una mujer. Nenad Lovrić invertía toda su energía e inteligencia en luchar contra sus demonios, y aun así no era suficiente. Apenas se podía concentrar para impartir unas clases a la semana en la Academia de las Artes. Tropezaba y se levantaba y el objetivo más importante para Marija era que desde fuera no se notara ningún cambio. Vigilaba que sus hijos hicieran lo mismo. Nada debía poner en peligro la imagen que con esfuerzo y dedicación mantenía, aunque ya todos lo sabían: el olor a podrido no se puede ocultar.

—Lo mejor es hacer las cosas con calma, despacio. Tampoco es bueno rezarle demasiado a Dios —dijo Mijo clavando fijamente la mirada en su hermana, que no se dio por aludida o no le oyó.



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