La raíz del mal by Håkan Nesser

La raíz del mal by Håkan Nesser

autor:Håkan Nesser [Nesser, Håkan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2007-04-03T00:00:00+00:00


* * *

Contra todo pronóstico, cuando estábamos a tan solo unos cien metros de tierra —por lo que parecía, nos encontrábamos en una bahía curvada con apenas un puñado de puntos luminosos—, Gunnar consiguió arrancar el motor. Sobra decir que aquello levantó cierta ovación, pero el cuerpo muerto de la niña, que ahora estaba envuelto en dos toallas, contenía la alegría como una sordina. Erik y Henrik me preguntaron si me quería bajar a tierra y enterrarla en algún lugar de aquella costa desconocida, pero rechacé de inmediato la sugerencia. Dije que necesitaba una pala y que prefería buscar un sitio en algún punto de los humedales entre Mousterlin y Beg-Meil. Henrik dijo que le parecía una decisión inteligente y me invitó a un cigarrillo. No soy un fumador habitual, pero lo acepté porque entendí que era una suerte de gesto de conciliación y reconocimiento. A esas alturas eran casi las once y media y seguíamos bordeando la costa despacio, nunca a más de cincuenta o cien metros de tierra firme, por si el motor fallaba otra vez. Y para no desorientarnos, claro. Al cabo de un cuarto de hora, más o menos, y tras haber costeado un par de puntas —la última debía de ser Cap-Coz— avistamos el faro de Beg-Meil. Pasamos por delante de él al mismo tiempo que la luna se abría hueco por primera vez entre las nubes y, por un breve instante, los que en aquel momento estábamos sentados en la cubierta —Katarina, Gunnar y yo— tuvimos ocasión de vernos las caras. Sin embargo, ninguno de los tres aprovechó la oportunidad para nada en particular, solo nos limitamos a bajar las miradas, y al cabo de unos segundos la luna volvió a retirarse tras las nubes sombrías.

Un poco más tarde rodeamos el cabo de Mousterlin, la playa oeste estaba completamente a oscuras; entre todos fuimos descargando las bolsas y las botellas vacías. Por último Gunnar y Henrik pasaron el cuerpo de Troaë por la borda y yo la remolqué despacio flotando en el agua los treinta metros que teníamos hasta tierra firme. Gunnar y Henrik se despidieron con la mano y giraron hacia el este para devolver el barco al puerto de Beg-Meil. Yo no sabía si tenían intención de despertar al dueño en mitad de la noche y contarle los problemas que había dado el motor. A lo mejor habían quedado en devolverle la llave al día siguiente.

Los demás nos reunimos un momento en la playa alrededor del cuerpo. Era noche cerrada, casi la sentía como una prenda de ropa sobre la piel, el viento había amainado por completo y no se veía ninguna luna. Los únicos focos de luz eran unos puntitos diminutos entre los árboles un poco más al este, y deduje que se trataría del hotel que había en el cabo, el Pointe de Mousterlin.

—¿Cómo lo vas a hacer? —preguntó Katarina Malmgren.

Le contesté que pensaba esconderla de forma temporal en las dunas mientras volvía a casa de Erik para buscar una pala.



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