La quiebra de la historia progresista by Pío Moa

La quiebra de la historia progresista by Pío Moa

autor:Pío Moa [Moa, Pío]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2007-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo IV

LA DESTRUCCIÓN DEL CENTRO

La represión de los vencidos en la rebelión del 34 distó mucho de ser radical. Sus organizaciones no fueron proscritas, ni abolido el estatuto catalán (solo suspendido provisionalmente); su prensa, que había incitado a la rebelión y al terrorismo, continuó, o bien, prohibida temporalmente, reapareció enseguida con otros nombres; sus dirigentes fueron procesados en condiciones que les permitían hacer amplia propaganda, y el principal de ellos, Largo Caballero, salió absuelto por ¡falta de pruebas!, abriendo el camino a muchas otras absoluciones; casi todas las penas de muerte fueron conmutadas, aunque varios miles de implicados quedaron en prisión, a la espera de juicio, situación bien explotada por unas izquierdas irreconciliables.

La campaña de infundios sobre la represión en Asturias causaba un efecto psicológico muy fuerte, pero de momento no podía traducirse en un reforzamiento organizativo. Sin hacer la más mínima revisión autocrítica de lo ocurrido, Prieto y Azaña prohijaron la idea de una nueva coalición electoral, mientras Largo Caballero, Carrillo y otros propugnaban una bolchevización del PSOE mucho más rígida, con vistas a una nueva intentona de guerra civil con mayor garantía de éxito. Se abrió una dura crisis entre Prieto y Largo, que no impidió a ambos colaborar en la desaforada campaña sobre la represión y laminar nuevamente a Besteiro, acusándole de colaborar con la derecha en dicha represión.

Para la triunfante derecha parecía abrirse la posibilidad de estabilizarse y de estabilizar una república conforme al designio originario de una democracia liberal. No toda la derecha, desde luego, estaba por la labor, pues la minoría monárquica aspiraba a liquidar la república cuanto antes, afirmando que el régimen mismo y la democracia conducían a la catástrofe. También la Falange deseaba derrocar el régimen y sustituirlo por algo semejante al fascismo. A partir de la victoria sobre las izquierdas, las rencillas entre la CEDA y los monárquicos iban a ser un importante factor de debilidad en la derecha. Y tampoco la CEDA defendía la democracia liberal oficialmente, pero sí en los hechos, pues había rechazado las tentaciones golpistas, invocando las libertades y manteniendo la alianza con el único partido republicano moderado, el Radical.

Generalmente se cataloga a este partido, dirigido por Lerroux, como centrista, en el sentido de moderado, aunque arrastraba la imagen de sus viejas demagogias terroristas y de la corrupción, esta última no superior, probablemente, a la de los partidos que más le acusaban. Sin embargo, Lerroux había abandonado por completo sus antiguos extremismos, y su conducta y la de su partido, el más votado, con mucho, entre los que se proclamaban republicanos, había contribuido notablemente a mantener la estabilidad política del régimen en medio de los bandazos extremistas. Su alianza con la CEDA, también centrista o moderada, tras haber vencido a las izquierdas mesiánicas o revolucionarias y al nacionalismo catalán, parecía asegurar un período de evolución pacífica a la república.

Lo vieran así o no, tanto Azaña como Prieto —este último huido de la justicia en París, y luego en Bélgica— centraron su esfuerzo en la liquidación del Partido



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