La piedra de fuego by Glenn Cooper

La piedra de fuego by Glenn Cooper

autor:Glenn Cooper [Cooper, Glenn]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-01T05:00:00+00:00


Aquí termina el libro entero del rey Arturo, y de sus nobles caballeros de la Tabla Redonda, que estando todos juntos fueron en número de ciento cuarenta. Y aquí termina la muerte del rey Arturo. Ruego a todos vosotros, gentilhombres y damas que leéis este libro del rey Arturo y sus caballeros de principio a fin, que roguéis por mí mientras estoy vivo, para que me envíe Dios buena liberación, y cuando haya muerto, os ruego a todos que oréis por mi alma. Pues este libro fue acabado el noveno año del reinado del rey Eduardo IV por sir Thomas Malory, caballero, con ayuda de Jesú por Su gran poder, comoquiera que es siervo de Jesú día y noche.

«Rogad por mí mientras estoy vivo».

Se enjugó una lágrima y comió el último pedazo de corteza de pan.

Era extraño sentir cómo la propia existencia menguaba lentamente, como el agua de un cubo con un pequeño agujero. La obra de Malory había llegado a su fin, algo que tal vez estaba a punto de sucederle a su vida. El rey Eduardo, sin duda aconsejado por Ripley, había concedido un perdón general a los prisioneros unos años antes y solo había excluido a once hombres, entre ellos Malory. Aunque el monarca diera marcha atrás y lo pusiera en libertad, ya era demasiado tarde para emprender la búsqueda del Grial. Era un hombre frágil y enfermizo. Era imposible que pudiera tener éxito en una aventura en el extranjero. Lo único que podía hacer era rezar para que un heredero le arrebatara el estandarte de batalla de sus manos muertas y partiera con determinación para salvaguardar el honor de los Malory y para honrar a Dios.

Una fuerte tormenta cubrió Londres con un manto de treinta centímetros de nieve. Desde su alta ventana, Malory vio cómo se iban acumulando los copos en los terrenos de la prisión y sonrió cuando los hijos del guarda empezaron a lanzarse bolas de nieve. Sería maravilloso atravesar a caballo la ventisca, sentir los fríos copos en la cara. Se preguntó si estaría nevando en Warwickshire. Elizabeth estaba a punto de levantarse y vería caer la nieve a través de las pequeñas ventanas de su dormitorio. Era una mujer mayor, pero aún conservaba su belleza.

Malory lanzó un suspiro de pena y regresó al escritorio para finalizar su legado. Los papeles de La muerte de Arturo formaban un montón atado con una cinta. Había escrito el prefacio la noche anterior, lo que le había permitido cumplir la promesa que había hecho casi veinte años atrás en su carta al obispo Waynflete. Un hombre virtuoso, a ser posible un descendiente, sería capaz de casar la información de La muerte de Arturo con la del Libro Domesday para encontrar la espada y, Dios mediante, el Grial. Lo único que le quedaba por hacer era escribir un mensaje para la posteridad con la esperanza de que un Malory lo encontrara. Tal vez su hijo, Robert; tal vez el hijo de su hijo. O un Malory más lejano.



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