La pesadilla del sultán by Teresa Cameselle
autor:Teresa Cameselle
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins, S.A.
publicado: 2016-11-04T11:12:02+00:00
La primera luz rosada del amanecer bañó el cuerpo de Beatriz. Se miró, como si fuera una extraña, los senos desnudos, las puntas enhiestas siempre ansiosas de caricias, la suave curva del vientre y más abajo, donde su vello íntimo se mezclaba con el de su amante. Sentada sobre él, con las piernas completamente abiertas y los pies unidos a su espalda, se dejaba acunar, con tanta suavidad que no sabía si era Adnan el que se movía o ella misma.
Él tenía la espalda pegada al alto cabecero de madera, los ojos cerrados y pequeñas arrugas de concentración en la frente. No sabía cuánto tiempo llevaban así. La lección de aquella noche les había llevado a la remota India. Adnan le había explicado que allí había aprendido otras formas muy distintas de hacer el amor. Darle todo el poder a la mujer, dejar que ella marcara el ritmo, suave, interminable, como la diosa Kali seduciendo a Shiva. Siempre sentada sobre él, aprendió a utilizar sus músculos internos para apretarle en su interior y a detenerse justo a tiempo, antes de que él derramara su semilla, darle un momento de respiro y volver a empezar.
Cuando logró vencer sus últimos pudores y reticencias y tomó por fin las riendas del acto, Beatriz descubrió con asombro que seguía siendo apenas una principiante y que había más, mucho más, que aprender y disfrutar. Sentir que era ella la que mandaba y dirigía, ver a su soberbio sultán rendido a sus caricias, dejándola hacer con absoluto deleite, la elevó a un mundo de placer tan extraordinario que comprendió que aquello no era el cielo, solo en un infierno ardiente y lujurioso podría haber encontrado tal tesoro.
Acarició la frente de Adnan, deshaciendo las arrugas que la surcaban, y curvó la espalda para que sus pechos tocaran su cuerpo, sintiendo un delicioso cosquilleo en los pezones al tocar su vello áspero. La ola volvió a subirla a lo alto y ella dejó que la llevara, lejos, muy lejos, casi sin moverse, no era necesario, sentía la excitación en cada poro de su cuerpo. Decidió que esta vez lo harían juntos. Se movió sobre su regazo, invitándole a seguirla. Ella marcaba el ritmo, que seguía siendo muy, muy lento, pero suficiente para hacerles gemir.
—Vamos —le pidió, acariciando su oreja con los labios—. Vamos juntos esta vez.
Y solo cuando sintió su semilla inundarla se dejó ir ella también y decidió que ya era suficiente. Ahora sí, ya podía morir.
descargar
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos. Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.
Quetzalcóatl, el hombre huracán by Lucie Dufresne(1242)
El fuego del cielo by César Vidal(1054)
Tiempos turbulentos by Gonzalo Iribarnegaray(1001)
La Guerra Civil española (1936-1939) by Pío Moa(868)
Tres sillas de Anea by Maribel Álvarez(867)
Walden by Henry David Thoreau(825)
El diablo en la ciudad blanca by Erik Larson(825)
Lily by Leigh Greenwood(795)
Perdido by Anna Casanovas(762)
Hibernia by Adrian Goldsworthy(755)
Algunos días de noviembre by Jordi Sierra i Fabra(746)
Gengis Kan by Pamela Sargent(743)
La penitencia de fray Cadfael by Ellis Peters(734)
La cólera de Atila by José Luis Rodríguez del Corral(731)
requiem by index(705)
El mundo de ayer by Stefan Zweig(693)
Cómo robar el corazón de un marqués by Eleanor Rigby(686)
En tierra de lobos by Luis García Jambrina(672)
La puerta pintada by Carlos Aurensanz(662)