La nostalgia del limonero by Mari Pau Domínguez

La nostalgia del limonero by Mari Pau Domínguez

autor:Mari Pau Domínguez [Domínguez, Mari Pau]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2019-10-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 21

PERLAS APARTE

El barrio está habitado por gentes de trato fácil, una ensalada picante de varias regiones del país, especialmente del sur.

JUAN MARSÉ,

Últimas tardes con Teresa.

—Es lo mejor que nos ha pasado en mucho tiempo —le comentó Concha contenta por la noche—. Ojalá podamos irnos de aquí pronto.

—Mírame, Concha. ¿Estás sufriendo, verdad? ¿Sigues sin querer contarme qué pasó el otro día? Desde entonces, tu hermana y tú no os habláis.

—Nada. No pasó nada. Lo de siempre. Ya sabes que no nos llevamos bien.

—No te creo. Pero, vale, lo dejamos ahí si no quieres hablar.

—Sólo te suplico que hagas todo lo posible para que nos vayamos de esta casa. Yo estoy cosiendo muchísimo, todo lo que puedo y me deja nuestra pequeña, para que juntemos entre los dos.

—No te olvides nunca de que es mi responsabilidad porque el hombre de la casa soy yo.

—El hombre… ¿de qué casa…?

Fue necesario que transcurrieran meses, pero el día, tan anhelado que podría acabar pareciendo irreal ahora que se alcanzaba, llegó deslizándose sigiloso en sus vidas. En otro trance distinto Diego habría entrado en casa dando saltos y proclamando a voz en grito que iban a tener una casa más conveniente, sólo para ellos. Sin embargo, bajo el techo de la familia de Carmen y con lo que fuera que hubiera pasado entre las hermanas, le pareció más adecuado irrumpir sin apenas hacer ruido y dirigirse a la habitación, donde su esposa cambiaba los pañales a Paz. La tomó de la cintura por detrás.

—¿Qué haces? ¿Estás tonto? ¿No ves que tengo las manos ocupadas con la niña?

Diego la apretó contra su pecho, ella de espaldas sin dejar de atender al bebé, y le susurró al oído:

—Ya la tenemos… Es nuestra. Una casa para nosotros solos, sshhhh.

Tuvo que taparle la boca a Concha y ahogar su grito de alegría para que Carmen y su marido no se enteraran.

Por mediación del banco habían conseguido la primera vivienda en condiciones desde que abrazaron el sueño catalán. Cincuenta metros cuadrados en la barriada del Buen Pastor.

—¿Y eso dónde está? —preguntó emocionada Concha.

—En la capital. Está en la capital.

* * *

Concha estaba probándose un vestido que había confeccionado para ella. Siempre ocupándose de los demás, de su marido y de su hija, siempre cosiendo a destajo para tener algunos ingresos extra, y por una vez hizo algo pensando sólo en ella.

—Aunque la mona se vista de seda… —soltó con mucha mala leche su hermana al verla.

—No te preocupes, hermanita. Te recuerdo que en cuestión de días nos marcharemos al piso nuevo, a nuestro piso, y te dejaremos tranquila. —Iban a dejarla, seguro, pero lo de tranquila… Eso ya era dudoso, porque difícilmente Carmen podía encontrar paz y respiro para estar tranquila en ningún lugar del mundo—. Tendremos un piso para nosotros solos y en Barcelona, no en la periferia. —Concha había visto el momento de restregarle la diferencia entre ambas—. Y todo gracias a que a mi marido le ha salido un buen trabajo y no tiene que seguir en la fábrica, como el tuyo.



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