La mujer del cuadro by Barbara Cartland

La mujer del cuadro by Barbara Cartland

autor:Barbara Cartland
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 1987-11-30T23:00:00+00:00


Capítulo 5

El Marqués de Longridge, que volvía a su casa en su carruaje, lanzó un suspiro de alivio de que la cena hubiera terminado.

Fue, de hecho, la comida más aburrida a la qué había asistido en mucho tiempo, pero pensó con satisfacción que consiguió sus propósitos.

Sabía que el Representante de la Reina, Lord Middleborough, intentaba retirarse a fines del verano.

Le preocupaba mucho que Lord Polegate fuera recomendado para ocupar tal puesto, el más alto del condado, y que no lo tomaran en cuenta a él.

Siendo propietario de la finca más grande del condado y cabeza de una familia que tenía quinientos años de servir a la corona, él era el más indicado sucesor como representante de Su Majestad, la Reina Victoria.

Era bien sabido, sin embargo que la Reina prefería como representantes suyos a hombres casados y de ser posible en edad madura.

El marqués no respondía a ninguno de estos dos requerimientos.

Sin embargo, sabía que si contaba con el apoyo del actual representante, que había sido gran amigo de su padre, eso influiría de manera favorable en la Reina.

En cualquier caso, Lord Polegate era muy impopular en el condado.

El marqués había jugado con gran habilidad sus cartas. Cuando las damas salieron del comedor, él llevo la conversación en torno a la renuncia del Representante de la Reina.

—Lo vamos a echar mucho de menos —dijo—, aunque comprendo que el trabajo que significa este puesto es ya abrumador para usted.

—Así es, hijo mío —contestó el anciano representante—, y la Reina muy amablemente ha expresado su tristeza de que no pueda yo seguir desempeñándolo.

Hubo una pausa. En seguida el representante añadió:

—¿Sabes, Welby? Como yo tenía tanta estimación por tu padre, me gustaría que ocuparas mi lugar.

—Para mí sería un gran honor hacerlo, señor —contestó el marqués en tono respetuoso.

—La dificultad reside —continuó el representante, hablando con mucha lentitud—, en que no te has casado aún y la Reina está siempre temerosa de que los hombres jóvenes, sobre todo cuando son tan apuestos como tú, se vean mezclados en algún tipo de escándalo.

El marqués contuvo la respiración. Esto era lo que esperaba.

—Yo sé que puedo confiar en usted —dijo en voz baja—, y que puedo contar con su discreción, para que no diga a nadie lo que voy a contarle, excepto a la Reina Victoria, si lo juzga conveniente; pero voy a casarme dentro de algunos meses.

El Representante de la Reina lo miró asombrado.

—¡No tenía la menor idea al respecto!

—Lo estamos ocultando, debido a que mi futura esposa está de luto, así que comprenderá que ésa es la razón de que no se mencione nada sobre el asunto.

—Comprendo, querido muchacho, claro que comprendo. Esto hará las cosas mucho más fáciles. ¡Yo me hubiera sentido muy preocupado si ese tipo endemoniado de Polegate, me hubiera sucedido!

—¡Yo también! —reconoció el marqués—. ¡Es un pillo de la peor ralea!

—A decir verdad, cubre sus fechorías con gran astucia. Y, desde luego, es un hombre casado, aunque su esposa, que es una mujer sensata, no quiere tener nada que ver con él.



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