La mansión del odio by Barbara Cartland

La mansión del odio by Barbara Cartland

autor:Barbara Cartland [Barbara Cartland]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Bantam
publicado: 2016-02-14T02:09:26+00:00


CATALOGO DE LA BIBLIOTECA DEL NOBLE MARQUES DE SARLE

Al abrirlo advirtió que en él había una lista de todos los libros.

La sección de francés le pareció enorme y cuando descubrió dónde se encontraba, se dirigió hacia los estantes y con dificultad movió la escalera de ébano hasta colocarla frente el lugar que deseaba.

Subió por ella, ya que uno de los libros que quería se encontraba en un estante superior. Al tomarlo, observó que no tenía suficientes ilustraciones, así que volvió a colocarlo en su lugar y tomó otro.

Pensando que era lo que le gustaría a Bettine, se lo puso bajo el brazo y tomó otro más. En ese momento oyó que alguien se acercaba y supuso que sería el marqués.

Mas al mirar hacia abajo, para explicar su presencia, advirtió que se trataba del señor Farquahar.

Tuvo la esperanza de que no la viera, pero escuchó que exclamaba:

—Al fin la encuentro, bonita. Comenzaba a pensar que sólo existía en mis sueños.

Lolita se sintió incómoda y no supo qué contestar.

—Pero ahora —prosiguió él—, veo que no sólo es real, sino aun más linda de lo que la recordaba.

—Busco… unos libros… para Bettine —respondió.

—La ayudaré. Baje y charlemos. Esperaba esta oportunidad.

—Debo… volver… al salón de clases.

—¿Huye de mí? —preguntó él con una desagradable sonrisa.

Lolita empezó a bajar con lentitud. El señor Farquahar permaneció al pie de la escalera, impidiéndole el paso, y a medio camino Lolita se detuvo, indecisa.

—¿Cómo es posible que pierda su tiempo con esa niña fastidiosa y grosera? Con esa belleza, hay cosas mejores que hacer.

—Me agrada Bettine y está esperándome. Por favor, permítame pasar.

—No hasta que me pague por hacerlo.

Extendió los brazos hacia ella y su intención resultó tan evidente que Lolita lanzó un grito:

—¡Déjeme en paz! No tiene… derecho de… hablarme de ese modo.

—¿Y quién va a saberlo? El dragón duerme y estoy libre para divertirme.

—No debe hablar así. Es desleal… y desagradable.

—Estoy de acuerdo con que no hay que hablar, ya que besar es más placentero, como descubrirá, así que no perdamos el tiempo.

Lolita retrocedió en la escalera.

El señor Farquahar se rió.

—No creo que nos aguante a los dos, pero vale la pena intentarlo.

Puso el pie en el primer escalón y Lolita lanzó un grito:

—¡Váyase! ¡Váyase… y déjeme… en paz!

—No tengo la menor intención de hacerlo.

Subió unos escalones más y Lolita volvió a gritar.

—¿Qué sucede aquí? —preguntó una voz desde la puerta.

El corazón de Lolita dio un vuelco. Era el marqués y se volvió hacia él pensando que nunca en su vida se había alegrado tanto de ver a alguien.

El marqués se acercó con el ceño fruncido y los ojos fijos en Esmond Farquahar.

No hubo necesidad de que hablara. El joven bajó los escalones y con tono áspero que parecía muy fingido, saludó:

—Hola, Sarle, pensé que había salido.

—¡Se equivocó! Y sin duda, mi madre requiere de su presencia.

No sus palabras, sino el tono con que las pronunció, convirtieron la frase en un insulto.

Farquahar, con el rostro enrojecido, contestó:

—Sí, por supuesto… debo acudir a su lado… no hay que… perturbarla.



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