La librera de Madrid by Mario Escobar

La librera de Madrid by Mario Escobar

autor:Mario Escobar [Escobar, Mario]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2024-03-01T00:00:00+00:00


24

Madrid, 6 de noviembre de 1936

La librería se mantuvo abierta a pesar de las presiones de algunos milicianos, a los que no les gustaba que una alemana regentara una tienda. A medida que los sublevados se aproximaban a la capital, los fanáticos se ponían más nerviosos y reaccionaban de una forma más violenta. Los rumores de que el Gobierno de Largo Caballero se marcharía a Valencia y de que se iniciaría la evacuación de algunos tesoros artísticos de Madrid dispararon todas las alarmas.

En Radio Lisboa se anunció la caída inminente de la capital. Sabíamos que si Madrid cedía tendríamos que huir. Juan sería fusilado de forma fulminante y yo acabaría en una celda por la simple razón de ser su esposa.

Mi esposo salió de casa muy temprano aquella mañana. La noche anterior lo dejamos todo preparado para partir. Los bombardeos de las últimas jornadas habían sido insoportables y temíamos que alguna bomba nos alcanzase. Los padres de Juan se habían trasladado ya a Valencia y estaban preparándolo todo para nuestra llegada.

Luis entró en la librería de buen humor. Yo empaquetaba los libros para guardarlos en el sótano, por si podíamos regresar a la ciudad más adelante.

—¿Qué haces?

—Nos vamos, Luis, y tú deberías plantearte hacer lo mismo.

—Nunca me he significado políticamente.

—Pero intentaste organizar un sindicato de escritores.

Mi amigo se echó a reír.

—Antes a las ranas les crecerán pelos. Además, el mundo editorial se ha ido al carajo. El Palacio de la Novela se reconvirtió en la Biblioteca del Pueblo: el dueño se aprovechó del espíritu republicano para hacer caja. Ahora ha huido y los trabajadores han refundado la editorial con el nombre de Trabajadores de la Editorial Castro.

—Pensé que eso te alegraría.

Luis frunció el ceño. No era precisamente un comunista.

—Ya sabes que fui policía. Durante décadas tuve que perseguir a delincuentes, pero también a terroristas anarquistas, y no me fío de los fanáticos de ninguna especie. Ya me imagino qué tipo de libros sectarios van a publicar. Cuando nos conocimos, te comenté que los poderosos siempre han utilizado la cultura para imponer sus ideas. Estos supuestos revolucionarios no son muy distintos. El mismo perro con distinto collar.

Sonó la sirena que anunciaba un inminente bombardeo y cerramos la tienda para dirigirnos a uno de los refugios. Durante las primeras semanas la gente no hacía mucho caso de los avisos, pero el número de muertos no dejaba de aumentar y ahora todos salían despavoridos ante cualquier conato de bombardeo. A los ataques de los aviones había que sumar los cañonazos desde el frente, que se encontraba ya a las afueras de la ciudad.

Estábamos todavía lejos del refugio. No podía correr en mi estado y las piernas de Luis tampoco eran muy ágiles. Justo en ese instante escuchamos los motores de los aviones y, al poco rato, los silbidos de las primeras bombas que descendían del cielo de Madrid.

A unos trescientos metros, el primer proyectil impactó de lleno en un tranvía que afortunadamente estaba vacío, ya que la población abandonaba de inmediato los transportes y echaba a correr.



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