La lectora by Traci Chee

La lectora by Traci Chee

autor:Traci Chee [Chee, Traci]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2015-12-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO 22

Los polizones

Sefia no sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que Archer se había quedado dormido, pero a juzgar por los ruidos del barco que gradualmente iban desvaneciéndose (las voces, los pasos, las velas que desenrollaban de repente con un ruido como de páginas que pasan), ya era de noche cuando terminó por dormirse.

Se despertó con el silencio con que hacía todo lo demás, apenas moviendo las puntas de los dedos. Sefia sintió que se enderezaba en la oscuridad.

—Tenemos suficiente comida y agua para tres días, si las administramos con cuidado —empezó a tantear los bordes del cajón—. Hay que encontrar una manera de salir de aquí.

Tras un rato de empujar y forzar, uno de los lados del cajón cedió. El aire fresco entró por la abertura y respiraron profundamente, sintiéndose aliviados. Sin embargo, el consuelo duró apenas unos momentos porque, al empujar con más fuerza, el costado de la caja se atascó y no fue posible abrirlo más.

Archer lo golpeó con el hombro, lo embistió con manos, pies y cuerpo. Sefia se apartó para dejarlo hacer. Archer se lanzó contra todos los lados del cajón, con puños, cabeza y piernas. El cajón parecía encogerse sobre ellos. Los olores imaginarios de sangre y orina, paja y pisos sucios los envolvieron.

—¡Archer, por favor!

Él no le hizo caso. Arremetió con todo contra el lateral del cajón. Ella podía percibir su pánico, tan palpable como el sudor.

Luego, con un chirrido, la pared de la caja terminó por ceder. Archer salió arrastrándose a la bodega del barco. Se quedó quieto y acurrucado un buen rato en la semioscuridad. Sefia contuvo la respiración.

Pero no había señales de que alguien hubiera oído su escape: ni un sonido de la guardia ni una pisada.

Al poco tiempo, Sefia salió también y estiró las piernas. El resto de la bodega estaba atiborrada de cajones, barriles, costales. Archer inspeccionó la escotilla que llevaba a la cubierta que había sobre ellos, pero no notó indicios de movimiento alguno.

Hacia la parte de proa de la bodega, Sefia forzó la cerradura del pañol de víveres y encontró papas, carne salada, zanahorias, quesos maduros envueltos en tela, mantequilla, manteca, huevos y, en un rincón, un farol apagado con el globo de vidrio roto.

Parpadeó y la historia del farol pasó ante sus ojos: la mar gruesa que azotaba el barco en el momento en que se quebró, de dónde venía, imágenes tan fugaces y mezcladas que no logró enfocarlas bien. Las náuseas la invadieron y se tambaleó hasta golpearse la parte posterior de las piernas contra un cajón próximo.

¿Por qué su Visión funcionaba unas veces y otras no? Tras sacudirse la cabeza, lo intentó de nuevo. Parpadeó, pero una vez más se encontró a la deriva en un mar de manos, rostros, y fogonazos de lugares oscuros. Su Visión saltó del pasado al futuro: se vio encendiendo el farol, las sombras del rostro de Archer en la oscuridad, y luego se deslizó por el tiempo hasta el taller de un vidriero, sintiendo el calor contra



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