La ira y el amanecer by Renée Ahdieh

La ira y el amanecer by Renée Ahdieh

autor:Renée Ahdieh
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788416858149
editor: Nocturna Ediciones, S. L.
publicado: 2017-06-27T00:00:00+00:00


UNA CRUEL VERDAD

Sherezade no durmió bien aquella noche.

Sus sueños se vieron colmados por visiones del sonriente rostro de Shiva y por el sonido de portazos en un negro vacío. Unas voces llenas de dolor y traición resonaban en sus oídos.

Cuando abrió los ojos a la luz de la mañana, se dio la vuelta y enterró la cara en un cojín, sintiendo que el amargo cansancio se alojaba entre sus hombros.

La alegre risa de Despina canturreaba a su alrededor, clara como una campana e igual de molesta.

Sherezade gruñó.

—¿Deseáis dormir más?

—No —le respondió a la almohada—. No serviría de nada.

—¿Seguro? Porque parece que habéis pasado una… noche desenfrenada.

—¿Qué? —Levantó la cabeza de la seda, confusa.

La mirada divertida de Despina estaba fija en el velo de gasa que se había desprendido de su amarre y que yacía olvidado, formando una montaña junto a la tarima.

Sherezade se sonrojó.

—Bien hecho —bromeó Despina.

—No es lo que parece.

—¿Estáis segura? Porque si el qamis de vuestra cama pertenece a otro hombre, sois aún más interesante de lo que ya erais.

—Ya basta, Despina —le advirtió.

Esta permaneció con los brazos en jarras, arqueando mucho sus perfectas cejas.

—¿Qué ha ocurrido?

—Nada.

—Lo siento, pero esa respuesta no cuadra con la situación. —Se recogió los pliegues de la falda, se dirigió a la plataforma y se dejó caer en el borde de la cama—. ¿Qué ha pasado? Decidme.

Ante la fastidiosa insistencia de su doncella, Sherezade suspiró.

—De todo.

—¿Podríais ser más concreta? Al fin y al cabo, los secretos son infinitamente más útiles cuando se comparten —dijo Despina en tono jocoso.

—Eso díselo a Jalid —refunfuñó—. Como su supuesta espía que eres, seguro que te escucha.

La expresión de Despina se suavizó.

—El califa de Jorasán lleva mucho tiempo sin escuchar a nadie.

—Pues después de lo de anoche, aún transcurrirá mucho más, créeme.

Despina se quitó las sandalias de un puntapié y se sentó en la cama con las piernas cruzadas.

—Ay, las mujeres somos lamentables, ¿no os parece?

—¿Qué quieres decir?

—Que somos lo bastante fuertes para conquistar el mundo con las manos desnudas y luego permitimos que llegue algún chico ridículo y nos haga sentir estúpidas.

—Yo no soy ninguna estúpida.

—No, todavía no. —Despina esbozó una sonrisa—. Pero lo seréis. Cuando encontréis a alguien que os haga sonreír o llorar como nunca lo habíais hecho…, entonces sucumbiréis.

—Yo… —Se mordió el labio inferior.

—Podéis hablar con libertad, Sherezade. Lo que digáis no saldrá de estas paredes.

Continuó callada.

La doncella se le acercó.

—Cuando era niña, en Tebas, recuerdo que le pregunté a mi madre qué era el cielo y ella me contestó: 'Un corazón donde habita el amor'. Y luego, como es lógico, le pregunté en qué consistía el infierno. Ella me miró a los ojos y me dijo: 'En un corazón carente de amor'.

Escudriñaba a Sherezade mientras hablaba y esta le devolvió el escrutinio mientras jugueteaba con los lazos plateados de su shamla.

—Tu madre parece muy sensata.

—Lo era.

Sherezade escogió sus siguientes palabras con cuidado.

—¿Puedo preguntarte qué le pasó?

—Se enamoró del hombre equivocado. Él le prometió el mundo y la abandonó con una hija en camino.

—Lo siento mucho, Despina.



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