La inocente pregunta de Fuencis by Marisa Maverick

La inocente pregunta de Fuencis by Marisa Maverick

autor:Marisa Maverick [Marisa Maverick]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántica
publicado: 2019-07-04T16:00:00+00:00


No sé quién dijo que la vida no deja de darte sorpresas, ¡y vaya que sí!

Parecerá extraño, pero la tensión nerviosa vivida en este último mes y medio le ha dado alas a mi imaginación para adelantar la historia de Maribel y César, que es lo que tengo justo delante en la pantalla del ordenador.

Y las musas, muy cabronas ellas, siguen haciéndome visualizar los caminos por los que deben andar mis protagonistas; sí: caminos.

Distraída, miro el color de la laca de mis uñas: rojo sangre.

—Muy apropiado.

Dejo salir el comentario con un tono de voz lleno de hastío que hace juego con el estado de ánimo que luzco últimamente. Sin embargo, la faceta creativa está más viva que nunca, ¡qué ironía! No puedo evitar que lo que sucede a mi alrededor influya en lo que tecleo con ganas y determinación. Como si me encontrara en una cuenta atrás y llegar a tiempo para escribir Fin fuera lo único que me mantiene en pie. Extraño, mucho, pero cierto.

—Cariño, voy a acercarme a comprar otra bolsa de carbón. He estado mirando y no sé si tendremos bastante —anuncia Rick, sonriente, desde el vano de la puerta—. Y, de paso, pastillas de encendido. No queremos quedarnos cortos, ¿verdad? Estoy de vuelta en media hora. Te quiero.

Las dos últimas palabras me llegan desde el pasillo, camino del garaje.

¿Cuántas veces las ha dicho en las últimas semanas? Muchas, quizás demasiadas.

¿Cuántas veces me han llegado al corazón? Ninguna, por suerte o por desgracia, a saber.

Si he aprendido algo, es a no engañarme. A ser realista en lo que a mis sentimientos se refiere. Otro asunto muy distinto es qué le resulta más conveniente a nuestros hijos. No quiero perjudicarlos de ninguna manera, pero forzar una situación y fingir que todo está bien no creo que sea ni saludable ni justo.

Rick, entre lágrimas, pidió una oportunidad para demostrarme su amor antes de que yo reventara e hiciera saltar por los aires nuestro matrimonio, y se la di. Eso sí, condicionada. Desde aquel día, duerme en la habitación de invitados. No se negó, al contrario, lo comprendió y vi que aceptaba de buen grado. Le mandó un wasap a Zorricel concertando una cita en una céntrica cafetería, mensaje que me enseñó. Y prometió darme el tiempo que necesitara hasta volver a confiar en él para que nuestra vida en pareja se normalizara.

Resoplo y desvío la vista a la librería de la derecha. ¡Qué simples son los hombres! Creerá que lo que ha hecho es igual que mancharse la camisa, que se lava, la planchas y te la pones limpia, como si la estrenaras, ¡como si aquí no hubiera pasado nada!

Los vi en la cita que tuvieron, obviamente de lejos y con otro cambio de imagen. Me estoy volviendo una experta en tareas de seguimiento; el chino, que se acordaba de mí, me miró con curiosidad. Entraron por separado y salieron de igual forma. Hecho que, con el expediente que tienen, no significa mucho.

Se han sucedido los regalos, las flores…



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