La ideología alemana by Karl Marx y Friedrich Engels

La ideología alemana by Karl Marx y Friedrich Engels

autor:Karl Marx y Friedrich Engels
La lengua: spa
Format: epub
editor: Akal, S. A.
publicado: 2015-02-12T16:00:00+00:00


4. La propia individualidad

«Fundarse un mundo propio significa edificarse un cielo», p. 89 de «el libro».

Hemos «penetrado» ya en el santuario más íntimo de este cielo. Nos esforzaremos ahora en conocer «más cosas» de él. En el Nuevo Testamento volveremos a encontrarnos, sin embargo, con la misma hipocresía que hemos descubierto ya a lo largo del Antiguo. Así como en este las fechas no eran más que nombres puestos a dos o tres categorías simples, también aquí, en el Nuevo Testamento, veremos que todas las relaciones seculares son, simplemente, disfraces y denominaciones distintos para envolver el pobre contenido que hemos ido reuniendo en la fenomenología y en la lógica. Aparentando hablar del mundo real, san Sancho habla siempre, exclusivamente, de estas escuálidas categorías.

«Tú no quieres poseer la libertad, todas estas bellas cosas… Quieres poseerlas realmente… como tu propiedad… No te contentas con ser un libre, sino que necesitas ser también un apropiador», p. 205.

Aquí, se eleva a una de las máximas del «egoísta uno consigo mismo», una de las más viejas fórmulas a que había llegado el movimiento social en sus inicios, la contraposición del socialismo, bajo su forma más miserable, frente al liberalismo. Cuán vieja es esta contraposición incluso para Berlín puede nuestro santo comprobarlo en el hecho de que ya se llama con espanto la atención hacia ella en la Revista histórico-política de Ranke (Berlín, 1831).

«El modo como yo la use» (la libertad) «depende de mi propiedad», p. 205. El gran dialéctico podría también invertir esto y decir: el modo como yo use mi propiedad depende de mi libertad. Y luego, prosigue: «¿Libre… de qué?» La libertad, como vemos, se convierte aquí en la libertad de algo, por aposición de «todo». Sin embargo, esta vez la aposición cobra la forma de una tesis que, al parecer, habrá de determinarse con mayor precisión. En efecto, después de llegar a este gran resultado, Sancho se torna sentimental: «¡Oh, cuántas cosas no podrían sacudirse!», dice. En primer lugar, «el yugo de la servidumbre de la gleba», y luego toda otra serie de yugos, que, por último e insensiblemente, conducen al resultado de que «la más completa negación de sí mismo no es sino libertad, libertad… del propio yo y de que el impulso de la libertad como algo absoluto… nos priva de la propia individualidad». A través de una serie de yugos, carentes de arte en el más alto grado, la liberación de la servidumbre de la gleba, que fue la afirmación de la individualidad de los siervos y, al mismo tiempo, la destrucción de un determinado valladar empírico, se identifica con la libertad idealista cristiana, muy anterior, de las Epístolas a los Romanos y a los Corintios, con lo que la libertad se trueca, en general, en la negación de sí mismo. Con lo cual hemos despachado ya todo lo referente a la libertad, puesto que es ahora, indiscutiblemente, «lo sagrado». De este modo, san Max convierte un determinado acto histórico de liberación de sí mismo en la categoría abstracta



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