LA HORA DEL FÉNIX by José Mariño

LA HORA DEL FÉNIX by José Mariño

autor:José Mariño
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788494930270
editor: EDICIONES PG
publicado: 2018-12-02T00:00:00+00:00


CAPÍTULO XVII

Silencio

Palermo (Sicilia)

Sede de los hijos del Fénix

El silencio. En ocasiones es un remanso de paz y en otras puede convertirse en algo más difícil de soportar que el llanto de un moribundo. Existen momentos en la vida en los que se convierte en algo tan denso y tan profundo que uno haría cualquier cosa por destruirlo, por hacerlo pedazos con cualquier cosa, un grito, una canción, un suspiro o una palabra acertada. Y ante la misma muerte, el ser humano acostumbra a quedarse siempre… sin palabras.

Tarik miraba la cabeza sin vida de Mell de la misma forma que un pintor miraría su autorretrato. La había envuelto con una chaqueta de tweed pasada de moda que había encontrado en un armario. Lo hizo con tanto respeto y cuidado que incluso Joyko dejó de respirar, alimentando así aquel inmenso silencio que parecía capaz de arrancarles el trino a los pájaros y de detener el suave chapoteo de la lluvia que ya empezaba a amainar.

Sheteck había salido de la torre y, transformado en cuervo, sobrevolaba la zona vigilando aquel nido improvisado donde tres personas sin nada que decirse vigilaban el cuerpo de un Romano muerto.

Marc no habría sabido qué decir aunque lo hubiese matado él mismo. Todo había ocurrido muy deprisa, como siempre en esos casos. Aún conservaba el terror en las retinas y el pulso acelerado. Apretaba el pequeño cuerpo de Joy obligado por las circunstancias, aunque lo único que se sentía capaz de hacer para consolarla era poco más que eso. Tal vez habría sumado una caricia o un beso, pero se le antojaba tan ridículo ante la magnitud de su dolor que prefirió quedarse tan quieto como la piedra de aquella torre.

Tarik dejó el macabro paquete de tweed junto al resto del cadáver, se giró hacia ellos y se quedó quieto. Esperó unos segundos mientras buscaba la palabra mágica capaz de hacer pedazos aquel silencio. Pero no llegaba. El cadáver de Zhelma se había quedado allí donde murió, con la vista perdida en sus ojos muertos y una sonrisa de placer en aquellos labios rojos. Al parecer, Forrest se había ido sin echar la vista atrás, al igual que el resto.

La muerte entre los condenados no acostumbraba a levantar panteones ni piras funerarias, tan solo cuajaba de lágrimas el rostro de algunos amigos y enemigos. Resultaba tan triste como natural, puesto que todos estaban muertos desde mucho tiempo antes de dejar el mundo de los vivos. Era como ver desaparecer un trazo de color en tu universo, una estrella menos en el firmamento. Seguías viendo el mundo igual y a la vez se te atragantaba la indiferencia junto a un nudo de dolor en la garganta. Frases como 'no somos nadie' o 'ahora está en un lugar mejor' resultaban tan ridículas como innecesarias. Todos sabían dónde estaba Mell, todos habían pasado ya por allí. Y ninguno tenía prisa por volver.

Tarik acumuló toda la voluntad que le quedaba, la mezcló con aquel nudo que tenía en la garganta y habló:

—Volverán… Este sitio ya no es seguro.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.