La hija by Pauline Delabroy-Allard

La hija by Pauline Delabroy-Allard

autor:Pauline Delabroy-Allard [Delabroy-Allard, Pauline]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2022-01-01T00:00:00+00:00


10

La primera vez que lo vi parpadeé, pues, tres veces, sin creer lo que estaba viendo. Pero es así, es la verdad, un día como cualquier otro en que saqué a Tutú y nos paseábamos entre las tumbas, evitando cuidadosamente la parcela de terreno del cementerio donde no podré volver nunca más, lo vi. Era él. Jérôme. Mi fantasma. Mi doble. Juro que era él. La misma mirada rebelde y parda, los mismos rizos, la misma figura. Lo reconocí. Seguí con los ojos su silueta, que se alejó con rapidez. Caminaba rápido, parecía saber adónde iba, avanzaba con paso decidido, sin preocuparse por nada. Jérôme es alguien que sabe adónde va, pensé. Estuve a punto de llamarlo, eh, Jérôme, pero no me atreví, no tuve tiempo, no creía lo que estaba viendo y mi voz se quedó bloqueada en mi pecho. Suspiré, recogí a Tutú, volvimos a casa y me tumbé hecha un ovillo en la cama, avergonzada por lo que me estaba pasando: me estaba convirtiendo en una chica obsesionada por tonterías.

Y, sin embargo… Sin embargo, unos días después, cuando estaba dando mi vuelta diaria con Tutú pegado a mis talones, volví a verlo. Es la verdad. De nuevo, rodeó las tumbas, con unos cascos de música en las orejas, el cuerpo ágil, los brazos colgando. Pasó junto a nosotros, cerca de la tumba de Jérôme que se había convertido, con el tiempo, en el punto de llegada de nuestros paseos cotidianos. Jérôme rodeando a Jérôme. Sin dudarlo, esta vez reaccioné. Cogí a Tutú con un gesto rápido, me lo coloqué en el hombro, me puse bien la bufanda y me lancé tras él. Él zigzagueaba entre las sepulturas, con pinta de pensar en otra cosa. Me pregunté qué música escuchaba. Andaba demasiado deprisa para mí. Yo casi corría tras sus pasos, rodeando las mismas tumbas, tratando, a pesar de todo, de no dejarme ver. No parecía importarle mi presencia. Tomó el gran camino, como lo llamo yo, que lleva en realidad el nombre de avenida principal, y luego la avenida Lenoir, desde la que giró hacia la avenida del Este. Yo veía desfilar las tumbas a toda velocidad detrás de la cola de Tutú, que me bloqueaba la vista, caminaba mucho más rápido que mi ritmo normal, con la esperanza de no perder de vista al desconocido parecido a Jérôme en el cementerio. Se había vuelto vital para mí seguirlo, saber adónde iba con ese paso resuelto. Tratar de entender cómo era posible que un hombre de carne y hueso idéntico hasta en los más mínimos detalles al fantasma que había estado investigando durante meses pasara literalmente por encima de su tumba. Al bordear la fuente que está en la esquina entre la avenida del Este y la avenida del Boulevard, me dio tiempo a leer que, cuando hiela, todas las fuentes del cementerio están cerradas. Y luego él salió, por el otro lado del cementerio. Entonces comprendí que mi desconocido pasaba por allí como por un atajo, no para visitar a un difunto.



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