La fuerza de existir by Michel Onfray

La fuerza de existir by Michel Onfray

autor:Michel Onfray [Onfray, Michel]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 2006-01-01T05:00:00+00:00


Tercera parte

Una erótica solar

I. EL IDEAL ASCÉTICO

1

La mitología de la falta. Veinte siglos de judeocristianismo —al por mayor— dejan huellas en el formateado del cuerpo occidental. El reciclaje de la tradición pitagórica, pero sobre todo platónica, lega a la Europa cristiana un cuerpo esquizofrénico, que se odia a sí mismo y reivindica para sí la ficción de una supuesta alma inmaterial e inmortal, y termina por gozar de la pulsión de muerte cultivada ad nauseam por la ideología dominante.

Si, a la manera de la novela El sofá de Crébillon, pudiese hablar el diván de los analistas o el sillón del consultorio del sexólogo, oiríamos con toda probabilidad cosas deprimentes sobre el uso sexuado de la carne, las vueltas y rodeos de la libido, y lo que globalmente llamaré la miseria sexual para evitar lo que, de la zoofilia a la necrofilia, pasando por la pedofilia, muestra la nefasta inclinación del Homo sapiens a gozar de objetos pasivos, sometidos por su violencia. La famosa pareja heterosexual, para abreviar, sufre igualmente la presencia de la brutalidad salvaje.

El erotismo actúa como antídoto de la sexualidad definida por su naturaleza bestial: cuando el sexo habla por sí solo expresa las pulsiones más brutales del cerebro reptílico; cuando se manifiesta en el artificio, recoge lo mejor de la civilización que lo produce. Si buscamos similitudes entre la erótica judeocristiana y la erótica china, india, japonesa, nepalesa, persa, griega o romana, no encontraremos ninguna. Más bien, lo contrario de una erótica: odio al cuerpo, a la carne, al deseo, al placer de las mujeres y al goce. No hay ningún arte de goce católico, sino un dispositivo omnisciente castrador y destructor de toda veleidad hedonista.

Uno de los pilares de esta máquina de producir eunucos, vírgenes, santos, madres y esposas en grandes cantidades se erige a costa de lo femenino en la mujer. Ella es la primera víctima del antierotismo, culpable de todo en ese campo. Para fundar la lógica de lo peor del sexo, Occidente inventa el mito del deseo como falta. Desde el discurso sobre el andrógino que pronuncia Aristófanes en el Banquete de Platón hasta los Escritos de Jacques Lacan, pasando por el corpus paulino, la ficción dura y perdura.

¿Qué dice? En pocas palabras: los hombres y las mujeres provienen de una unidad primitiva destituida por los dioses debido a su insolencia de gozar su totalidad perfecta; somos fragmentos, pedazos e incompletitud; el deseo nombra la búsqueda de esa forma primitiva; el placer define la creencia en la realización fantasmagórica de ese animal esférico, puesto que es perfecto. El deseo como falta y el placer como satisfacción de esa falta se encuentran en el origen del malestar y la miseria sexual.

En efecto, esa ficción peligrosa conduce a buscar lo inexistente, y por lo tanto a encontrar la frustración. La búsqueda del Príncipe Azul —o la de su fórmula femenina— produce decepciones: lo real nunca soporta las comparaciones con el ideal. La voluntad de completud genera el dolor de la incompletitud, salvo que se pongan



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