La fragata «Resolución» by Luis M. Delgado Bañon

La fragata «Resolución» by Luis M. Delgado Bañon

autor:Luis M. Delgado Bañon [Delgado Bañon, Luis M.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-10-23T00:00:00+00:00


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15. SORPRESAS FINALES

La bahía gaditana había quedado por fuera del horizonte visual, perdida en la memoria. Sin embargo y para regusto propio, la costa española se mantenía con claridad a la vista. Blanco y negro en un mismo puño. Porque ya no debíamos pensar en semanas, meses o años de espera para abrazar a nuestras familias, sino en días, escasas jornadas que las podíamos medir en horas con facilidad. Ese pensamiento se sobreponía con fuerza a cualquier otro, y animaba nuestros corazones con extraordinaria fuerza. En mi caso particular y como por arte de magia, volvía a recordar con nitidez el rostro de Mencía, ahora tan cercano en la distancia. No obstante, era consciente de que, en los años atravesados de separación, aquella jovencita que se había unido en matrimonio conmigo, podía haber cambiado bastante en todos los aspectos, incluido el físico.

El comandante ordenó proa directa al Estrecho, dentro de lo que el soplo nos permitía. En principio, navegábamos al límite de la bolina, con un viento del sudeste, que todavía se nos aparecía medianamente favorable. Sin embargo, poco duró aquella feria marinera, porque el Gran Señor del Levante, tantas veces presente en aquel escenario, entraba a negras, como tantas otras veces, contra los buques de vela que quieren ingresar en el Mediterráneo procedentes del Atlántico. Como les decía, el putañero Levante, que llegamos a odiar con irrefrenable pasión, se hizo dueño de la situación, dispuesto a desbrozar nuestras esperanzas.

Aunque les cueste creerlo como cierto a algunos de los que lean estos cuadernillos, nos mantuvimos durante poco más de treinta y dos horas virando y revirando, intentando ganar el pulso al dios Eolo, ese ser superior que se ama y odia con la misma pasión, dependiendo de las circunstancias. Atravesamos momentos en los que ya no sabíamos a ciencia cierta cuál debía ser nuestra proa, convencidos de que la roda del buque se encontraría mareada, al recibir casi de continuo, vientos por las dos bandas. Mucho nos costó, bien lo sabe el dios Neptuno, pero por fin embocamos, en la noche de la singladura 61ª, el esperado Mare Nostrum, que nos recibió con un soplo del sudeste, fresco de fuerza y mar en cabrillas altas.

Comenzamos a costanear la costa mediterránea con elevado espíritu, en dirección a nuestro destino. Aquella misma mañana me acerqué a la enfermería, donde un cabo cañón de mi batería se encontraba en trance de muerte por un absurdo accidente, en el que se había golpeado la cabeza contra la contera de una pieza artillera. El galeno me aseguró que nada era posible hacer, por haber sufrido una hemorragia en el cerebro de grandes proporciones. El pobre veía llegar la parca hacia él con claridad y protestaba de su mala fortuna, al sentirse tan cercano a su tierra: Cartagena. Acompañado del segundo comandante, nos acercamos a lo que, a bordo, se denominaba Parroquia, un diminuto pañol atochado contra la pequeña capilla. Por pura curiosidad, pregunté a don José López y Andrade, capellán titular, sobre el número de fallecidos durante toda la campaña.



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