La fábrica de sedas by Tash Aw

La fábrica de sedas by Tash Aw

autor:Tash Aw
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Histórico
publicado: 2005-08-09T22:00:00+00:00


17 de octubre (a media tarde)

Seguimos sin avanzar. Peter opina que algo va mal. Dice que el viento continúa alejándonos. Ha estado observando las olas todo el día y cree que nos apartamos cada vez más.

Mamoru no ha hablado aún.

20 de octubre (quizá; no estoy segura de los días)

¿Cómo hemos llegado aquí? Casi no puedo creerlo. Y tampoco recuerdo exactamente lo que pasó. Ignoro qué ha sido primero, o qué es lo más fuerte: mi incapacidad para registrar los hechos con precisión o mi incapacidad para creer en lo que es verdad. Sólo sé que estamos aquí, y con vida. Sé también que no tenemos la menor idea de dónde es «aquí».

Fuimos a la deriva toda la noche, el barco se mecía suavemente con las olas que lamían el casco. Johnny se quedó en la cama, sudando bajo una manta. Me acerqué a él una vez, pero se dio la vuelta.

- Johnny está enfermo -le dije a Peter-. Tiene fiebre.

El rostro de Peter estaba demudado de inquietud. No había dejado de escrutar la oscuridad con la esperanza de que alguna pista, un atisbo de luz, pudiera aparecer de repente. Me miró y dijo:

- Ya lo sé.

Mamoru estaba sentado con sus mapas, examinándolos y haciendo cálculos. No se había lavado la cara ni los brazos; la luz de la lámpara bailaba en sus facciones sucias de grasa, iluminando su preocupado semblante («Parece un gato de algalia», dijo Peter por hacer una broma). Mamoru estuvo así durante horas, aislado de todos, yo incluida. Se lo veía muy solo, apartado y necesitado de consuelo, pero yo no sabía cómo ayudarlo. No osaba acercarme a él.

Honey había conseguido dormirse en cubierta, gracias al whisky que quedaba. De vez en cuando su cuerpo se agitaba espasmódicamente, y lo oíamos murmurar en una lengua que ni Peter ni yo entendíamos. Cuando Peter rió a causa de eso, sonó como si fuese la primera carcajada que se oía desde que estábamos a bordo, y yo también reí. Procuramos reprimirnos para no estorbar a Mamoru de su quehacer; nos costó tanto que acabamos con lágrimas en los ojos. Cuando Peter dejó de reír, me di cuenta de que yo estaba llorando, y no podía parar. Él se quedó mirándome con una expresión extraña; me pareció que le sorprendía verme así, que incluso me despreciaba por llorar. De repente me sentí avergonzada, cansada y molesta conmigo misma por aquel espectáculo, pero no podía detenerme. Peter me puso la mano en la cabeza, tratando de calmarme, pero me aparté. Dejaría de llorar y le demostraría que no necesitaba su ayuda.

- Lo siento -dije, pero las lágrimas seguían quemándome las mejillas. Di media vuelta para regresar al camarote-. Tú vigila por si ves alguna luz, Peter.

- De acuerdo -respondió él con lo que se me antojó una sonrisa-. Lo que daría por ver pasar un barco. ¡Aunque fuera un bajel pirata!

Me quedé dormida con los ojos y la garganta doloridos.

A la mañana siguiente encontré a Mamoru de mejor ánimo. Lo vi tan pronto subí las escaleras.



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