La Deseada by Maryse Condé

La Deseada by Maryse Condé

autor:Maryse Condé
La lengua: spa
Format: epub
editor: Impedimenta
publicado: 2021-01-11T06:11:40+00:00


Claire-Alta no terminaba de entender a Marie-Noëlle. No hacía otra cosa más que negarse a todo. No quería acompañarla a misa de doce, con la excusa de que no tenía nada que ponerse. Tampoco a hacer la ronda de visitas a las amigas de Ranélise, que no la veían desde que era una cría, aduciendo que ya no se acordaba de ninguna. Ni a acompañarla al supermercado, porque odiaba ir de compras. No tenían nada que decirse. Cuando desayunaban juntas, permanecían en silencio, cada una en un extremo de la mesa. El café se les quedaba sin aroma y frío en las tazas. A mediodía, Marie-Noëlle ponía mala cara, jugueteaba con la comida y luego se encerraba en su habitación a dormir la siesta, sin ni siquiera esperar a que leyeran las esquelas por la radio. Por las tardes, Mano les hacía compañía. Se hacía el misterioso, como siempre que había una mujer presente. Encendía el equipo de música y pinchaba para Marie-Noëlle los últimos éxitos. Se lamentaba porque el luto le impedía sacarla a bailar y se limitaba a describirle las discotecas de la isla, pero se veía a la legua que nada captaba su atención. A Marie-Noëlle tampoco le entusiasmaban las excursiones. Un sábado, la llevaron a la playa de Deshaies. No se bañó y se quedó sentada en la arena, bostezando aburrida ante el mismo mar Caribe que volvía locos a los veraneantes del mundo entero. A pesar de todo, Claire-Alta se alegraba del cariz que iban adquiriendo los acontecimientos. Es cierto que Marie-Noëlle no conseguía localizar a su padre, pero había conocido a un hombre. El regreso al país natal que Ranélise tanto había anhelado —incluso en su lecho de muerte— sucedería antes o después. Aunque Judes Anozie no era lo que se dice un partidazo. Era profesor de matemáticas, estaba algo chiflado y presidía una asociación ecologista. Según él, Guadalupe estaba irreconocible. Envilecida por las oleadas furiosas de automóviles y por el desfile constante de turistas, sucia de alquitrán, repleta de carreteras, autopistas, rotondas, intercambiadores y vías de servicio, mancillada por todo tipo de basuras. En cuanto tenía oportunidad, salía dando la tabarra en televisión y el público se encogía de hombros al escucharlo. ¿A qué aspiraba? Aquel tipo era un ingenuo. Pretendía volver a los tiempos de las carretas tiradas por bueyes y a las cabañas hechas con cuatro maderos mal puestos. La esencia de Guadalupe había muerto. Le pese a quien le pese. Había que renovarse o morir.

Judes y Marie-Noëlle no necesitaron pasar por el ayuntamiento o por la iglesia. En la actualidad, todo el mundo empezaba la casa por el tejado. Los sábados ya no estaban reservados para los bautizos de los bastardos. Hasta los burgueses vivían en pecado. A nadie le importaba si la sangre resbalaba o no por los muslos de las recién casadas en la noche de bodas. Claire-Alta ardía en deseos de saber lo que Marie-Noëlle y Judes Anozie se habrían dicho la tarde en que se conocieron. En cambio, la indiferencia de Marie-Noëlle la desanimaba y no se atrevía a preguntar.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.