La Dama de Gris by Antonia Romagnoli

La Dama de Gris by Antonia Romagnoli

autor:Antonia Romagnoli
La lengua: spa
Format: epub
editor: Babelcube Inc.
publicado: 2022-08-08T00:00:00+00:00


Joanne no respondió inmediatamente al beso, estaba demasiado agitada, asombrada para entender lo que estaba pasando.

Era la primera vez que alguien la besaba y la sensación que sintió fue de puro shock.

No podía pensar, no podía moverse. Sólo fue consciente de que sus labios se movían tímidamente, tan delicados como pétalos sobre los de ella. Fue un toque ligero, pero el efecto que tuvo en ella casi la asustó.

Sus nervios todavía estaban agitados por lo que había sucedido antes en la galería, y cuando Thomas se había acercado a ella, no había esperado que sucediera algo así. Siempre fue tan brusco, siempre agrio... Sin embargo, cuando se había acercado a ella para convencerla de que lo dejara ir, inconscientemente Joanne había deseado que terminara así.

No sabía casi nada de llamadas corporales, pero desde que él la había abrazado en la galería, se había sentido profundamente inquieta, mareada. El miedo que había sentido había contribuido ciertamente a hacerla más vulnerable y sensible de lo que debería haber sido a su abrazo, pero rápidamente se había dado cuenta de que era más que eso.

Se había dado cuenta, cuando él le había cogido la mano para depositar en ella aquel beso, de que había una parte dormida en ella de la que, hasta ese momento, no había sido consciente. Había una mujer que podía encender el deseo. Había una mujer que podía despertar la pasión. Había una mujer que quería ser amada.

Esa mujer comenzó a existir cuando la boca de Thomas rozó su muñeca, despertando una tormenta que nunca antes había sentido en sus venas. Aquel toque sensual la hizo anhelar algo que ni siquiera conocía, como si su cuerpo anhelara desesperadamente algo que lo completara.

Cuando la boca de Thomas se inclinó sobre la suya, al principio Joanne permaneció inmóvil, absorta. Se había preguntado más de una vez cómo sería que la besaran, pero no se había imaginado ni de lejos que le crearía tal trastorno.

Al principio, su contacto fue suave, casi tímido, como si esperara la reacción de ella. Sin saberlo, Joanne se inclinó hacia él, dándole el permiso que parecía estar esperando. Estaba embriagada, completamente embelesada por ese ligero contacto. Cuando su lengua rozó suavemente sus labios, un vértigo se apoderó de ella. Sintió que se agitaba, como si la sangre hubiera empezado a correr locamente por sus venas.

Había llegado a esa delgada línea que separa el autodominio del abandono: tuvo la percepción de que la había cruzado cuando dejó que sus manos se posaran primero en su pecho y luego se deslizaran hasta la nuca, envolviéndolo en un abrazo.

No supo si fue Thomas quien la empujó contra las sábanas, o si fue ella misma, con una audacia que no creía tener, quien tiró de él. Sabía que estaba tumbada en la cama, encumbrada sobre su cuerpo y atrapada por la sensualidad del beso que estaban intercambiando. Impaciente, le dejó profundizar en la intrigante exploración con la que estaba torturando su cuerpo y sus sentidos. Sus labios abandonaron los de ella,



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