La comunidad del anillo by J. R. R. Tolkien

La comunidad del anillo by J. R. R. Tolkien

autor:J. R. R. Tolkien
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: Fantasía épica
editor: eBook's Xibalba
publicado: 2013-08-15T07:00:00+00:00


El sol estaba alto ahora, y relucía entre las ramas otoñales de los árboles, iluminando el claro con brillantes parches de luz. Se detuvieron al borde del claro y espiaron entre los troncos conteniendo el aliento. Allí estaban los trolls: tres trolls de considerables dimensiones. Uno de ellos estaba inclinado y los otros dos lo observaban.

Trancos se adelantó como al descuido.

—¡Levántate, vieja piedra! — dijo y rompió el palo en el lomo del troll inclinado.

No ocurrió nada. Un jadeo de asombro entre los hobbits y luego el mismo Frodo se echó a reír.

—¡Bueno! —dijo—. ¡Estamos olvidando la historia de la familia! Estos han de ser los tres que atrapó Gandalf, cuando discutían sobre la mejor manera de cocinar trece enanos y un hobbit.

—¡No tenía idea de que estuviésemos tan cerca del sitio! —dijo Pippin, que conocía bien la historia, pues Bilbo y Frodo se la habían contado a menudo; aunque en verdad él nunca la había creído sino a medias. Aun ahora miraba los trolls de piedra con aire de sospecha, preguntándose si alguna fórmula mágica no podría devolverlos de pronto a la vida.

—No sólo olvidáis la historia de la familia, sino también todo lo que sabemos de los trolls —dijo Trancos—. Es pleno día, brilla el sol y volvéis tratando de asustarme con el cuento de unos trolls vivos que nos esperan en el claro. De todos modos, hubieseis podido notar que uno de ellos tiene un viejo nido de pájaro detrás de la oreja. ¡Un adorno de veras insólito en un troll vivo!

Todos rieron. Frodo se sintió reanimado: el recuerdo de la primera aventura afortunada de Bilbo era alentador. El sol, también, calentaba y confortaba y la niebla que tenía ante los ojos parecía estar levantándose. Descansaron un tiempo en el claro y almorzaron a la sombra de las grandes piernas de los trolls.

—¿No cantaría alguien una canción, mientras el sol está todavía alto? —preguntó Merry, cuando terminaron de comer—. No hemos oído una canción o una historia desde hace días.

—Desde la Cima de los Vientos —dijo Frodo. Los otros lo miraron—. ¡No os preocupéis por mí! —continuó—. Me siento mucho mejor, pero no creo que pueda cantar. Quizá Sam recuerde algo.

—¡Vamos, Sam! —dijo Merry—. Hay muchas cosas que guardas en la cabeza y que no muestras nunca.

—No lo sé —dijo Sam—, ¿pero qué les parece esto? No es lo que yo llamaría poesía, si se me entiende, es sólo una colección de disparates. Me vino a la memoria mirando estas viejas estatuas.

Se incorporó y con las manos a la espalda, como si estuviese en la escuela, se puso a cantar una vieja canción.

El troll estaba sentado en un asiento de piedra,

mordiendo y masticando un viejo hueso desnudo;

había estado royéndolo durante años y años,

pues un pedazo de carne era difíci1 de encontrar.

Vivía solo en una caverna de las colinas

y un pedazo de carne era difícil de encontrar.



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