La comunidad de la sangre by Anne Rice

La comunidad de la sangre by Anne Rice

autor:Anne Rice [Rice, Anne]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-12-31T16:00:00+00:00


15

Cuando se puso el sol, hablamos entre nosotros y acordamos que Rose y Viktor debían permanecer abajo, pero tal vez era seguro que Armand subiera y consultara con Eleni y Allesandra y Everard, con quienes no había hablado en dos noches. Habían insistido repetidamente en que Rhosh no significaba ningún peligro para ellos, y Armand pensó que estaban equivocados. Ahora ocupaban un calabozo apartado.

—Esa criatura ha enloquecido —declaró Armand.

Fue entonces cuando llegó el siguiente paquete, también un pequeño cofre, esta vez dorado, que contenía un frasco de cenizas y el anillo de esmeraldas favorito de Louis.

Un neófito nos lo trajo. Era un simple paquete del mismo servicio de mensajería en manos de una chica frágil con el cabello suelto y un vestido corto de flores con mangas abullonadas. Sus brazos eran blancos.

Aparté los ojos cuando Marius abrió el envoltorio. Pero no pude reprimirme y al mirar vi el anillo de esmeraldas.

Parecía imposible que aquel dolor se detuviera, y completamente inverosímil que pudiera continuar.

—Nunca lo amaste —aseveró Armand con amargura. Cerré los ojos—. Fuiste cruel con él. Lo protegí de ti.

Oí el suave murmullo de Marius rogándole a Armand que no dijera esas cosas, y luego a Sybelle susurrándole a Armand que todos nos amábamos, y que ese era el camino ahora. Y Rhoshamandes lo sabía, y podía llevarse a cualquiera de nosotros e infligir un dolor indecible a los demás.

—¡Maldito dybbuk! —clamó Benji—. Vamos, Armand, no lo tortures. Sé sabio. Cálmate.

No dejaban de hablar.

El nombre de la neófita era Marie, simplemente Marie, el nombre más antiguo y popular de la cristiandad, y había conocido al «hombre» y nos había traído el paquete al château. Ella nunca había estado aquí antes. Solo nos había encontrado después de buscarnos. Marius le dijo que debía quedarse. Estaba inmensamente emocionada por todo lo que estaba sucediendo, pero tuvo el buen juicio de mantenerse callada.

Acostado en el banco escuché a los demás.

Marius no quería que Armand fuera a la otra mazmorra. Sí, dijo Marius, Eleni y Allesandra y Everard le habían contado absolutamente todo lo que sabían de su antiguo maestro, Rhoshamandes, a Seth, a Kapetria y a su tribu. Pero Armand quería hablar con ellos. ¿Quién sabe? Era posible que supieran algo sobre Rhoshamandes, algo que otros hubieran olvidado.

Ahora la casa estaba vacía, a excepción de los que estaban en el calabozo apartado.

Y Marius dijo que Armand no podía ir solo a la mazmorra.

Finalmente, Marius alzó la voz con exasperación y le ordenó a Armand que se quedara allí, y que se olvidara del asunto, y que si se atrevía solo a intentar marcharse le daría el golpe más fuerte que habría recibido en toda su vida.

Y después de eso se hizo el silencio.

Quería que todo el mundo durmiera, pero ahora no le pediría un hechizo a Gregory. No podía. No podía estar recostado en aquel estante a la luz de las velas y dejar que los pensamientos pasaran por mi mente vacía. Me dolía la cabeza. Me dolía el pecho. Me dolía el corazón.



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