La Ciudad Oscura by Chris Wraight

La Ciudad Oscura by Chris Wraight

autor:Chris Wraight
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2022-09-11T00:00:00+00:00


CAPÍTULO CATORCE

Una vez se transfirieron los tripulantes del carguero, vivos o no, el Acheros giró sobre su eje y se preparó para el viaje de regreso. El Jove Star 7 quedó solo. Ni Spinoza ni Zijes preguntaron qué planeaba hacer Jokra ahora. Podría intentar irse a Júpiter si tenía los suministros para ello, o escabullirse de nuevo a la órbita de Terra. De cualquier forma, su parte en esto ya había zanjado, algo por lo que sin duda estaba muy aliviado.

Zijes no permitió ningún riesgo con sus nuevos prisioneros, aunque fue lo suficientemente cortés durante el traslado y sus tropas no se involucraron en ninguna brutalidad oportunista para ajustar las cuentas de Leorxes. Spinoza, Khazad, Revus y las tropas de asalto fueron desarmados, sus armas colocadas en el arsenal del ­Acheros. Las cajas de pruebas se escanearon de rutina en busca de amenazas, luego se cargaron en el transbordador y se colocaron en la bodega de carga del cortador de armas. Al comenzar el viaje, todos se mantuvieron en cámaras separadas. El Acheros era la nave de un inquisidor, y contaba con muchas de esas para cada uno. Los motores se pusieron en marcha hasta alcanzar la velocidad media, lo que significa que volverían a entrar en el espacio vacío terrano al siguiente día estándar.

Spinoza se recostó en su catre en la cámara casi vacía, juntó las manos y trató de relajarse. No podía hacer nada salvo examinar mentalmente y volver a examinar el trabajo que había realizado hasta el ­descubrimiento del implante de Gorgias. Las cosas podrían haber sido peores. El acercamiento de Zijes podría haber pasado completamente desapercibido, dejándolos sin tiempo para prepararse en absoluto. Al menos había tenido tiempo de discutir sus hallazgos con Revus y Khazad, quienes habían podido ofrecer opiniones sobre lo que ella proponía. Ninguno de los dos sentía la seguridad para irse en contra de cualquier curso de acción. Era lo apropiado, pues durante mucho tiempo habían estado confiando en corazonadas y verdades medio vislumbradas, aferrándose a cualquier cosa que pudiera llevarlos a donde necesitaban estar.

Sus opciones eran muy limitadas ahora. El traslado a Terra estaba fuera de la ­cuestión, sin lugar a dudas. Una vez de vuelta en ese mundo se borraba cualquier esperanza de continuar la búsqueda. Evitar eso en las circunstancias reducidas actuales no sería fácil, porque incluso si lograba desviar el cúter33, tenía que hacer su labor de persuación. Tarde o temprano tendría que poner de lado a Zijes, y cuanto más tardara, más difícil sería.

Por el momento aprovechó ese largo intervalo para orar. Hacía tiempo que no lo hacía, y se sorprendió de lo difícil que le resultaba volver a caer en el ritmo de las palabras. Conocía esas palabras desde la infancia y siempre habían sido un consuelo para ella. Desde sus primeros recuerdos reales de Astranta34 azotada por la lluvia hasta su entrenamiento siempre había sido capaz de apoyarse en ellos. Ahora, incluso eso estaba siendo erosionado, desgastado por lo que había visto, por lo que había hecho.



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