La casa de vapor (Penguin Clásicos) by Jules Verne

La casa de vapor (Penguin Clásicos) by Jules Verne

autor:Jules Verne [Verne, Jules]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1880-01-01T00:00:00+00:00


XVI

LA LLAMA ERRANTE

Nana Sahib, durante todo un mes, del 12 de marzo al 12 de abril, permaneció escondido en el pal. Quería dar tiempo a las autoridades inglesas para que, engañadas, prosiguieran su búsqueda en pos de pistas falsas o la abandonaran del todo.

Aunque durante el día los dos hermanos no salían, sus fieles recorrían el valle y visitaban pueblos y aldeas, anunciando solapadamente el próximo advenimiento de un «temible multi», mitad dios mitad hombre, y preparaban así los ánimos para un levantamiento general.

Cuando llegaba la noche, Nana Sahib y Balao Rao se arriesgaban a salir del refugio. Se aventuraban hasta las riberas del Nerbuda. Iban de pueblo en pueblo, de pal en pal, esperando la hora en la que podrían recorrer con cierta seguridad los dominios de los rajás no sometidos a los ingleses. Nana Sahib sabía, además, que varios soberanos semiindependientes, molestos por el yugo extranjero, se unirían a él. Pero, por el momento, solo se ocupaba de las poblaciones salvajes de Gundwana.

Nana Sahib encontró a los bárbaros bhils, los nómadas runds y a los gunds, tan poco civilizados como los nativos de las islas del Pacífico, prestos a sublevarse y dispuestos a seguirle. Aunque, por prudencia, solo se dio a conocer ante dos o tres poderosos jefes de tribu, eso fue suficiente para comprobar que con solo pronunciar su nombre sería capaz de arrastrar a varios millones de esos hindúes repartidos por la meseta central del Indostán.

Al regresar ambos hermanos al pal de Tandit, se informaban mutuamente de lo que habían oído, visto y hecho. Sus compañeros se unían entonces a ellos, trayéndoles de todas partes la noticia de que el espíritu de rebelión se extendía como un viento tempestuoso por el valle del Nerbuda. Los gunds estaban ansiosos por lanzar su kisri, el grito de guerra de los montañeses, y abalanzarse sobre los acantonamientos militares de la presidencia.

Aún no era el momento.

No bastaba, de hecho, con que la llama de la rebelión hubiera prendido por toda la región comprendida entre los montes Satpura y los Vindyas. El incendio debía seguir extendiéndose poco a poco. Por tanto, se hacía necesario multiplicar los elementos combustibles por las provincias vecinas del Nerbuda, sobre las que ejercía mayor control la autoridad inglesa. Era vital convertir cada una de las ciudades y aldeas de Bopal, Malwa, y el Bundelkund y de todo el vasto reino de Scindia, en un inmenso escenario de fuego. Pero Nana Sahib, con razón, no quería delegar en nadie para visitar a los antiguos partidarios de la insurrección de 1857, todos esos indígenas que, permaneciendo fieles a su causa y no creyendo jamás que había muerto, esperaban verle aparecer cualquier día.

Un mes después de su llegada al pal de Tandit, Nana Sahib creyó que podía actuar con total seguridad. Pensó que la noticia de su aparición en la provincia había sido considerada falsa. Algunos confidentes le mantenían al corriente de todo lo que el gobernador de la presidencia de Bombay había hecho para capturarle. Sabía que, durante los primeros días, la autoridad había emprendido una búsqueda frenética pero infructuosa.



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