La casa de la orilla by Daphne du Maurier

La casa de la orilla by Daphne du Maurier

autor:Daphne du Maurier [Daphne du Maurier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Classics, Historical, Fantasy, Science Fiction, Mystery
ISBN: 9788411780322
Amazon: B0CT3ZMPDR
Goodreads: 202177244
editor: Alba Editorial
publicado: 1969-01-01T08:00:00+00:00


XIV

Esperé allí tumbado a que se me pasaran las náuseas y el vértigo. Sabía que tenía que soportarlos y, cuanto más quieto estuviera, antes se me pasarían. Ya era de día y tuve la lucidez suficiente para mirar el reloj. Eran las cinco y veinte. Si podía estar un cuarto de hora sin moverme, todo iría bien. Aunque los habitantes de la granja de Treesmill estuvieran despiertos ya, era poco probable que alguno cruzara la carretera y entrara en el cobertizo, que se apoyaba en la pared de un huerto antiguo, con el riachuelo, lo único que quedaba de la ría, a pocos metros.

El corazón se me salía del pecho, pero se me fue tranquilizando poco a poco, y el temido vértigo no era tan terrible como la otra vez, cuando aparecí en el Gratten y me encontré con el médico en el área de descanso de la cima del monte.

Cinco minutos, diez, quince... y me puse de pie como pude; salí del huerto y empecé a subir poco a poco. Hasta ahí, todo en orden. Me metí en el coche y allí me quedé otros cinco minutos; después puse el motor en marcha y volví a Kilmarth con mucha precaución. Tenía tiempo de sobra para llevar el coche al garaje y guardar la petaca bajo llave en el laboratorio; después, lo mejor sería irme directo a la cama y procurar dormir un poco.

No podía hacer otra cosa, me dije. Roger llevaría a Isolda de vuelta a ese sitio llamado Tregest, dondequiera que estuviese, y el pobre cadáver de Bodrugan, a salvo en manos de los monjes. Alguien tendría que llevarle la noticia a Joanna, que estaría en Bockenod. Roger se ocuparía, seguro. En esos momentos le tenía cierta consideración, aprecio incluso; la desgraciada muerte de Bodrugan lo había conmovido mucho y habíamos visto el horror juntos. Había sido acertada aquella sensación premonitoria que había tenido en la playa de Chapel Point antes de volver en barco a Fowey con Vita y los niños. Vita y los niños...

Entré en el garaje pensando en ellos, y con el recuerdo llegó la comprensión total. Había llevado el coche hasta la casa en un mundo, pero con la cabeza puesta todavía en el otro. Había conducido todo el camino con parte del cerebro completamente consciente de que tenía el volante entre las manos y de que mi mundo era el presente, pero el resto de mí seguía en el pasado, pensando en Roger de camino a Tregest con Isolda.

Empecé a sudar por todos los poros. Me quedé sentado en el coche, quieto; las manos me temblaban. No podía volver a sucederme. Tenía que dominarme. Era las seis en punto de la mañana. Vita y los niños, y esos malditos huéspedes nuestros, estaban durmiendo arriba, y Roger, Isolda y Bodrugan llevaban más de seis siglos muertos. Estaba en mi propia época...

Entré por la puerta de atrás y guardé la petaca. Ya era complemente de día, pero la casa seguía en silencio total. Subí las escaleras sigilosamente, fui a la cocina y puse el hervidor al fuego para hacerme un té.



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