La cabeza de mi padre by Alma Delia Murillo

La cabeza de mi padre by Alma Delia Murillo

autor:Alma Delia Murillo [Murillo, Alma Delia]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-607-381-773-8
editor: Penguin Random House Grupo Editorial México
publicado: 2022-01-01T00:00:00+00:00


Pero yo igual tenía una fantasía, encontrar a un novio universitario que tuviera un papá que me adorara. No me condenen. Extraños son los caminos del Señor y los de la orfandad lo son más aún. El fantasma del miembro amputado encuentra siempre la manera de hacerse presente, pica, da comezón, escuece.

Y a mí me dolía la amputación de mi padre.

De Tlalpan me mudé al Altillo, en esa zona me quedé algunos años y me enamoré de los Viveros de Coyoacán que me vieron sudar angustias y temores cuando ya había abandonado la universidad para dedicarme de lleno al trabajo pero me consumía la culpa, la sensación de fracaso.

Lamenté haber dejado la universidad durante algún tiempo, hasta que los años de trabajar en un montón de ámbitos e industrias me fueron dando perspectiva. Sobre todo cuando, haciendo entrevistas laborales para contratar especialistas, comprobé que la mayoría de quienes habían religiosamente terminado la universidad no espabilaban y lo ignoraban todo de todo. Comprobé que la academia es más ignorante que la vida, por mucho. Y ya puestos, que no hay mayor erudición que la que impone una pasión propia sin número de matrícula.

Así que, aunque tenía terror de toparme en el futuro a esos compañeros con sus licenciaturas o sus maestrías y encontrarlos sapientísimos frente a mi ignorancia de desertora, no fue así. En este país la educación oficial no es garantía de nada, y las universidades privadas son el robo más flagrante de cuantos existen. En mis dos décadas de carrera corporativa atestigüé que la inmensa mayoría de quienes se echaron encima una deuda de diez o más años para pagar una universidad privada, fueron timados y que, en muchos casos, sólo pagaron por obtener un certificado de especialidad estándar, de conocimientos sesgados y aceptación social.

Pero algunas enseñanzas sí me dejó la universidad: la más importante fue comprender que no quería ser actriz, sino escritora.

Me emocionaba hasta el delirio descubriendo la perfección de un verso isabelino o leyendo el monólogo de Lady Macbeth, y pensaba que más que desear interpretar aquellos personajes, lo que me ponía de veras era la posibilidad de escribir. A mí lo que me entusiasmaba eran los textos, no sus interpretaciones.

Una palabra detrás de la otra me llevaban de asombro en asombro.

Muy pronto me vi devorada por la curiosidad de descubrir autores, autoras. Lo que yo quería, de verdad, era leer abajo de un escenario, sin que nadie me viera, y escribir encerrada en una habitación. Sola. En silencio.

Mi naturaleza empataba bien con un oficio solitario, nunca tuve el nervio para estar frente a la gente en escena, ni siquiera para vivir acompañada demasiado tiempo sin sentir que me erosionaba por dentro. Todavía hoy siento que me perturbo sin una buena dosis de soledad diaria. Lo sé, también es neurosis. Pero, volviendo a José José: una no es lo que quiere, sino lo que puede ser.

Y yo no podía con la pantalla, yo quería estar detrás, en el artilugio que narra. Mirar en lo hondo, escribir sin testigos.



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