Jirones de seda by Fabián Plaza

Jirones de seda by Fabián Plaza

autor:Fabián Plaza
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788419936936
publicado: 2024-04-16T00:00:00+00:00


九

Tres carpines habían sido ya decapitados y troceados por las furiosas embestidas del cuchillo. A su lado, un buen grupo de raíces de loto encurtidas se preparaban para ser descuartizadas con idéntica brutalidad. En el ding sobre el hogar de la cocina casi hervía ya el agua en la que todo acabaría cociéndose, a una temperatura menor que la que emitía la ira de Daiyu.

—¡Fue tan injusto! ¡Tan cruel! ¡Ni siquiera me preguntó si yo tenía algo que decir! ¡Aceptó que éramos traidores solo porque ese oportunista de Fei Ban se lo dijo!

De pie a su lado, Tío Feng y su familia escuchaban en silencio, sin atreverse a interrumpir. Padre hacía otro tanto, sentado junto a la puerta de la cocina en la silla que había arrastrado desde su lugar habitual en el patio. Todos oían y callaban al notar lo alterada que estaba.

Tras el encuentro con la dama de Chu, Tío Feng no le había visto el sentido a quedarse en la tienda. Era poco probable que hicieran más ventas después de aquel insulto tan llamativo, a plena vista de todos los que se fijaban en la aristócrata. De modo que había llevado sus cuentas a la torre del mercado, había liquidado sus exiguos impuestos y habían regresado a casa mucho antes de la hora prevista. Tía Jiang se había sorprendido, temiendo un nuevo ataque, pero de inmediato le habían explicado la situación.

Como necesitaba algo en lo que descargar su frustración y también quería compensar con trabajo la pérdida de negocio de la tarde, Daiyu insistió en preparar la cena. Después de todo, ella había sugerido el plato: guiso de pescado con arroz traído de Chu. Era un lujo que habían pagado con parte del sueldo entregado por Otoño, un exceso que en cualquier otra ocasión no se habrían permitido. Pero, como anfitriones, tenían la obligación de hacer que el capitán Zheng Gao se sintiera a gusto en casa. Yue aplaudió la idea con entusiasmo, así que Tía Jiang —que no quería quedar como una grosera frente a un huésped tan importante, nada menos que un bugeng imperial— no había podido negarse. Y ahí estaba Daiyu, preparando los alimentos con la disposición de ánimo que una normalmente emplearía para acabar con nidos de avispas.

Al menos la comida iba adquiriendo buen aspecto. Los trozos de pescado eran de tamaño parecido, lo que garantizaría una cocción homogénea y una agradable apariencia visual del plato. Esperaba que a Zheng Gao le gustara.

Si tenía intención de dejarse caer por casa, claro. Padre ya les había explicado, tanto a ella como a los demás, su deseo de investigar en el barrio de los armeros, pero estaba a punto de ser la hora de la cena y seguía sin aparecer. Se le antojaba mucho tiempo para unas simples indagaciones. Entre corte y corte se preguntaba si le habría pasado algo. Quizá el hombre huido del callejón había localizado al asesino de sus amigos y había logrado vengarse. O quizá el supuesto fantasma, por lo que fuera, había decidido eliminar también al capitán.



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