Introducción a una historia contemporánea del anticlericalismo español by Julio Caro Baroja

Introducción a una historia contemporánea del anticlericalismo español by Julio Caro Baroja

autor:Julio Caro Baroja [Caro Baroja, Julio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1980-01-01T00:00:00+00:00


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GEOGRAFÍA DEL ANTICLERICALISMO

MIENTRAS que la guerra civil ardía en los campos, las capitales españolas fueron objeto de una gran efervescencia anticlerical, y el clero —⁠dejando a un lado los sucesos del 17 de julio de 1834⁠— pasó por muy malos momentos, al considerársele parte esencial del partido carlista. Es considerable el número de libros, folletos y pliegos que se imprimeron de 1834 en adelante, contrarios a los hombres de Iglesia, e incluso al espíritu de la Iglesia misma. No cabe duda de que esta última actitud se deba, en gran parte, al modo de actuar de Roma, desde la caída de Napoleón. Entre los liberales había muchos creyentes, muchos sacerdotes, muchos hombres templados…, pero se les equiparaba siempre a los incrédulos y a los anarquistas. La tesis de que «el que no está conmigo está contra mí» es peligrosa. Lleva de modo indefectible a grandes extremos y a situaciones en que pierden sentido todo razonamiento, toda transacción. Roma llegó a considerar que, incluso en plena reacción fernandina, no se habían respetado de modo suficiente sus derechos, y así, en 1825, el nuncio, Justiniani, al partir de Madrid, escribía a Fernando VII un «manifiesto de verdades amargas», en el que afirmaba que la Iglesia de España vivía en esclavitud y que los ministros del rey turbaban su independencia, sorprendiendo con su acrimonia incluso a Calomarde; al manifiesto hubo de contestar un magistrado de origen liberal, don José María Puig Samper[232]. La idea de que Cristianismo (y aun Catolicismo) es una cosa y Ultramontanismo es otra, ha cundido por toda Europa en el siglo XIX, resucitando un viejo pleito medieval. En España, entre el ultra y el carlista había poca diferencia, como la había en Francia, donde se llegó a decir que Carlos X decía misa a diario en Las Tullerías[233]. Ya tras la revolución de 1830 habían comenzado en Francia misma y en Inglaterra los movimientos de los liberales contra un previsible reinado teocrático de don Carlos: intentonas como la de Mina, en 1830, se realizaron con el consentimiento del gobierno de Luis Felipe, que a la sazón estaba en malas relaciones con el de Madrid[234]. Mejoradas luego, no por eso dejó de existir gran revuelo entre los emigrados, y en París y en Londres se publicaron libros que indicaban cuál podía ser su programa futuro. En 1833, por ejemplo, Baudry editaba una obra interesentísima que se titula La España bajo el poder arbitrario de la congregación apostólica, en la que, aparte de pintarse con violentos colores la actuación del clero de 1823 a 1833[235], se atacan las posiciones ultramontanas con las clásicas armas del regalismo. El libro respira espíritu dieciochesco más que romántico. En realidad, los hombres de mejor cabeza de la época eran aún los racionalistas estilo siglo XVIII; pero la ola pasional, sentimental, romántica dominaba ya sobre la juventud y sobre las masas, que odiaban tanto al carlismo como a cierta tendencia hacia el «Despotismo ilustrado» que se vio representada en el poder por Zea Bermúdez. Los miembros



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