Hotel Silencio by Auður Ava Ólafsdóttir

Hotel Silencio by Auður Ava Ólafsdóttir

autor:Auður Ava Ólafsdóttir [Ólafsdóttir, Auður Ava]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-01T00:00:00+00:00


* * *

ADAM

La madre y el hijo se alojan en la planta de arriba. Su habitación, la número catorce, no se diferencia mucho del resto. Aparte de algunos juguetes, apenas distingo la presencia de objetos personales. En pijama, repeinado y con el pelo húmedo, el niño ignora mi presencia mientras se come una manzana troceada frente a una mesa. En el suelo tiene dispuesta una hilera de hombrecillos de plástico separados a intervalos regulares, un poco al estilo de mis herramientas sobre el escritorio.

Es evidente que madre e hijo comparten la cama: en el lado del niño, un conejo de peluche raído y un pijama de perritos reposan sobre la almohada.

—Nos fuimos de casa prácticamente sin nada y estuvimos vagando de un sitio a otro —me explica, al verme pasear la mirada por la habitación—. Adam nació a comienzos de la guerra y nunca ha tenido un hogar.

Me acompaña al cuarto de baño con la llave grifa y espera a mi lado mientras limpio el interior de las cañerías. También llevo un rollo de cinta aislante negra que utilizo en las juntas que gotean.

—Esto es solo un apaño provisional —le digo.

Mientras trabajo, me cuenta que al estallar la guerra se acababa de graduar en Biblioteconomía y que había trabajado en la sección infantil de una biblioteca.

—Tratábamos de llevar una vida normal hasta el momento en que nos tocara huir de nuevo. Yo trabajaba en lo primero que encontraba y, mientras tanto, Fífí cuidaba de Adam. A veces me pagaban, a veces no.

Cuando el agua ya ha adquirido un color y una presión normales, May me acerca una lámpara de noche y me muestra el cable. Ha cambiado la bombilla, pero sigue sin funcionar, así que se imagina que el problema será otro.

Veo inmediatamente que hay que cambiar la clavija.

Asiente con aire serio y preocupado.

—Puede ser complicado conseguir recambios —dice, retirándose un mechón de pelo de la frente—. No quedan existencias en las tiendas. Sin contactos no hay nada que hacer.

Me viene a la mente lo que me dijo en el pasillo el hombre de los calcetines de leopardo: «Todo está a la venta para quienes tienen los contactos adecuados».

De pronto, se planta delante de mí con los brazos en jarras y me exige que le precise las razones que me han traído hasta aquí.

—No hay quien se crea eso de que estás de vacaciones —dice—. Con un taladro.

Se retira la goma del pelo y se la vuelve a poner casi inmediatamente.

Guardo silencio. El silencio se me da bien.

—Mamá decía que no hablabas —me comentó Ninfea una vez.

Pero eso no es del todo fiel a la realidad: al comienzo de la relación sí que hablaba. Yo hablaba y G callaba, consta en la entrada del diario sobre la excursión a la montaña.

Me mira a los ojos sin intención de rendirse.

—¿Por qué estás aquí?

Titubeo y me niego a repetir por enésima vez que estoy de vacaciones.

—No lo sé muy bien.

Me escruta.

—¿Has venido a buscar algo? ¿A comprar algo?

—No.

—¿A vender algo?

—No. No tengo ningún plan.



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