Hombres fatales: metamorfosis del deseo masculino en la literatura y el cine by Elisenda Julibert

Hombres fatales: metamorfosis del deseo masculino en la literatura y el cine by Elisenda Julibert

autor:Elisenda Julibert [Julibert, Elisenda]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Crítica y teoría literaria, Cinematografía
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-01T00:00:00+00:00


«VÉRTIGO» O EL FUNESTO MIEDO A FALLAR

Las pesadillas reducen el coraje del héroe al de un niño.

ROBERT MACNISH (citado por ERNEST JONES, en La pesadilla).

Algunas películas hay que verlas más de una vez con independencia de cuánto nos satisfagan o las disfrutemos, porque solo cuando ya conocemos el desenlace podemos prestar atención a ciertos detalles de la trama inadvertidos o dudosos y averiguar qué es exactamente lo que hemos visto. Ese es el caso de Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock, a juzgar por el desconcierto que produce de entrada, por más que no nos sintamos especialmente responsables de no entenderla de buenas a primeras, ya que, como se la considera un thriller psicológico, está permitido suponer que el rompecabezas obedece a la voluntad del director de crear una compleja trama que desafíe la inteligencia común y demuestre, de paso, que la del protagonista es excepcional.

No obstante, al ver Vértigo por segunda vez no ocurre que todas las piezas terminen encajando: la confusión, en el mejor de los casos, persiste, si no aumenta. De hecho, Vértigo es un artefacto tan extraño que no sorprende que desorientase a los primeros espectadores, a quienes con razón les pareció una película un tanto extravagante. Así, por ejemplo, el crítico de cine de la revista The New Yorker de la época, John McCarten, que según parece se había convertido en la némesis de Hitchcock, tras ver la película concluyó que hasta entonces el director «jamás se había permitido un disparate tan absurdo». Para colmo, como señaló Eugenio Trías, Vértigo parece defraudar el principal supuesto del suspense al revelar mucho antes del final, hacia la mitad de la película, la intriga de la que es víctima el protagonista.

Lo primero que comprobamos al ver Vértigo por segunda vez es que, como película de género, es inusitadamente extraña: liberarnos de la ansiedad de saber qué será lo siguiente que aguarda a los personajes no allana el camino, más bien lo complica, ya que entonces pasa a primer plano la tortuosa relación entre John Ferguson (James Stewart) y su amada Madeleine-Judy (Kim Novak), que parece constituir el auténtico meollo de la película. Para complicar aún más las cosas, como en tantos de los relatos en los que interviene una mujer fatal, también en Vértigo la mirada está convenientemente desviada hacia el objeto de deseo, Madeleine-Judy, de modo que puede costarnos reparar en que es la idiosincrasia de Ferguson la que explica en buena medida el desenlace de la aventura. Aunque, caso raro, el título de esta historia no alude a la deseable y funesta amada —como ocurre, por ejemplo, en Marnie, la ladrona (1964)—, sino a quien la desea.

Otra de las cosas que descubrimos al ver por segunda vez la película —o por tercera, cuarta…—, y hace de ella una fuente inagotable de lecturas, es que todo está a la vista, si bien ese todo es tanto que en su caso se cumple de forma ejemplar el dicho de que cualquier interpretación es parcial, como ilustrará esta lectura. De



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