Hombres de papel by Oswaldo Salazar

Hombres de papel by Oswaldo Salazar

autor:Oswaldo Salazar
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial México
publicado: 2016-01-19T00:00:00+00:00


•

La entrevista había durado casi dos horas. Mientras tanto, Rodrigo se había entretenido viendo revistas, caminando sin rumbo entre las mesas, las filas de libros, viendo la calle desde las amplias ventanas. Ahora su padre se despedía del viejo amigo y lo llamaba.

–Don Rodrigo, venga a despedirse de Francis.

–Parlez-vous français? Un peu? Bon, à bientôt! Rodrigo. Miguel Ángel –siguió diciendo Francis–, voy a trabajar en la traducción de la entrevista y te llamo para que la revises, ¿te parece?

–Por supuesto. Espero tu llamada.

Al fin se habían quedado solos.

–El plan es el siguiente –dijo Miguel Ángel sentándose en una silla y poniendo su mano en el hombro de Rodrigo–: primero te enseño los lugares que prefería para leer y escribir, y luego salimos por los Passages para que conozcás ese otro París. ¿Qué decís?

Rodrigo asintió sin levantar la vista y sin decir palabra. Pensaba que había venido para acompañarlo a donde él quisiera. ¿No se había dado cuenta de que se ponía en sus manos para que lo iniciara? Nunca les había puesto demasiada atención. Pero de los tres, a él era a quien más le había afectado la ausencia de su padre. Miguel y su mamá lo habían tomado en una estrecha alianza llena de justificaciones y reproches. En cambio él estaba solo. No hubo día que no se pensara a sí mismo como el único que era fiel a su papá, que estaba destinado a heredarlo, a continuarlo sin saber cómo. Cinco largos años de espera, de añoranza, de soñar despierto con los lugares donde su padre andaba, de los viajes y las personas que conocía. Hasta que un día que era igual a los demás llegó el premio a la solidaridad silenciosa, su padre quería llevárselo de viaje, a París, para que lo acompañara a tomar posesión de su nuevo cargo diplomático. Parecía mentira. Por fin conocería ese lugar que había hecho de su padre lo que era, que rivalizaba con su madre porque era su verdadero primer amor. Sin explicárselo, Rodrigo sabía que ese viaje marcaría su vida.

–Bien –continuó Miguel Ángel–, venite por aquí. Te voy a enseñar el lugar donde hay más documentación sobre los indígenas de Guatemala.

Caminaron en silencio adentrándose en el enorme edificio. Cruzaron los salones dedicados a las ciencias, llenos de retratos y bustos blancos, fríos, de los grandes científicos de Francia. Pasaron por la sala Labrouste donde tantas horas había pasado Miguel Ángel leyendo, escribiendo, esperando a Andrée, por los sombríos recintos de la filosofía, justo a la par de los documentos originales de los filósofos del Racionalismo y la Ilustración. Nada menos que las glorias de la Enciclopedia y la Revolución. Y como estos héroes intelectuales fueron también literatos, sin darse cuenta, de pronto, ya estaban en el medio de la enorme colección de literatura francesa.

–No te detengás –aconsejó Miguel Ángel–, seguime que yo sé a dónde te llevo.

Por fin, después de cruzar un umbral donde se leía: “Paso restringido. Área de investigación”, llegaron a un salón repleto de archivos. Miguel Ángel había obtenido el permiso para visitar el lugar.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.