Historias sefardíes by Luis Rivero

Historias sefardíes by Luis Rivero

autor:Luis Rivero [Rivero, Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2017-06-01T00:00:00+00:00


EL TALLADOR DE DIAMANTES

El resplandor es el misterio

del principio anterior a todo,

cuyo nombre es:

Yo seré quien seré (15, a)

Bereshit. Séfer ha Zohar

Al decir de sabios y eruditos, en cada tradición existiría un libro cuyo designio sería su carácter mágico. Se predica tal cualidad de quien estando en su posesión —y a sabiendas de tal privilegio, lo custodiara con dignidad— gozaría del don de cambiar las cosas su antojo. Para el taoísmo, verbigracia, el I ching poseería tal atributo. El Séfer ha Zohar[18] sería a esa rama del hebraísmo místico que es la Cábala, lo que el Libro de las mutaciones es al taoísmo. Lo mismo que la obra fundacional de la alquimia: La Tabla Esmeralda significaría para los alquimistas.

Decía Borges en su célebre poema Para una versión del I King que no hay nada en el mundo «que no sea una letra silenciosa de la eterna escritura indescifrable cuyo libro es el tiempo». Así pues, el tiempo —y quien dice tiempo dice: existencia, futura y pretérita— sería un libro escrito. Algo ya pensado e imaginado en algún lugar recóndito de la memoria indeleble. Al tenor de estas premisas, nosotros no seriamos más que páginas de ese libro, o acaso, palabras por leer, veladas a la vista. Pero no por ilegibles dejarían de ser ciertas ni existiría humano afán capaz de sustraerse a su destino.

Con elucubraciones como estas entretejía pensamientos Rabí Moshé Baruch en su apartamento del Brooklyn, en el discurrir de las horas insomnes de la madrugada. Estudiaba y tomaba notas. Por momentos, alzaba la mirada perdiéndose en los reflejos luminosos de los cristales del ventanal del salón, imbuido en el rumor del tráfico noctámbulo. A veces, el alba sorprendía su vigilia en medio de cavilaciones.

Su acercamiento al Zohar se podría considerar fortuito, aunque hubo quien intuyó que el azar se confabuló con el discurrir de los hechos para forzar aquel encuentro. Sería la primera vez que acudió a la Yeshivá[19], la escuela talmúdica de la sinagoga Beni Sefarad Congregation, en el distrito de Brooklyn. Su ingreso en la escuela rabínica fue el resultado de años de meditación. Por descuido —o por un guiño del destino, a saber— entró en una sala bet midrash[20], donde conocería a Rabí Simeón. El viejo cabalista le invitó a tomar asiento como si lo estuviera esperando. Recibiría del rabino la primera lección que a la postre resultó su bautismo de fuego e iniciación en el estudio de la Cábala. Tan sólo dos preguntas formuló el rabino antes de hablarle: Cuántos años tenía y si estaba casado y con progenie. Los maestros cabalistas consideran que los secretos de la Cábala no deben ser revelados al varón circunciso antes de cumplir los cuarenta, y, preferentemente, debe tratarse de hombre esposado. Lo primero obedece a que es opinión común que el hombre a aquella edad se adentra en la madurez intelectual. La segunda exigencia contribuye a ello mediante la estabilidad emocional y el soporte afectivo que procura la familia. El joven Moshé Baruch, a la sazón estudiante de la Torá a sus treinta y tres años, sólo podía cumplir el segundo de los preceptos.



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