Historias escocesas by Robert Louis Stevenson

Historias escocesas by Robert Louis Stevenson

autor:Robert Louis Stevenson [Stevenson, Robert Louis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1995-02-20T00:00:00+00:00


—¡Ay! —se lamentó mi tío—. Al final de los tiempos el Señor triunfará. No dudo de ello. Pero aquí en la tierra, incluso los hombres vulgares le plantan cara. No es que esté bien; no estoy diciendo que esté bien, pero es el precio del ojo, la lujuria de la vida, y lo mejor de los placeres.

No dije nada más, ya que ahora habíamos empezado a cruzar la lengua de tierra que se extendía entre nosotros y Sandag. Me reservé mi último intento de apelar a la razón de aquel hombre para cuando estuviéramos de pie en el lugar relacionado con el crimen. Aunque no llegó a sacar el tema, echó a andar a mi lado con paso más firme. Era como si lo que le había dicho hubiera actuado en su cabeza a modo de estimulante, y pude ver que había olvidado su búsqueda de restos sin valor y se encontraba sumergido en un estado de pensamiento profundo, melancólico y agitado. En tres o cuatro minutos nos topamos con la ladera y comenzamos a descender hacia Sandag. El mar había castigado al naufragio de un modo brutal; la proa estaba vuelta boca abajo y había sido arrastrada algo más abajo. Quizá la popa hubiera sido forzada hacia arriba, porque las dos partes estaban separadas, tiradas en la playa. Cuando llegamos a la tumba me detuve; me descubrí la cabeza bajo la lluvia pesada y, mirando a mi tío a la cara, le dije:

—Un hombre amado por la providencia divina sufrió por escapar de peligros mortales. Era un pobre hombre, desnudo, mojado, fatigado y extranjero. Reunía todos los requisitos para llegarle a usted a las entrañas y despertar su compasión. Pudiera ser que fuera la sal de la tierra, santo, amable y bueno. Pudiera ocurrir que fuera un hombre cargado de iniquidades para quien la muerte fuese el comienzo del tormento. Yo le pregunto ante la mirada de los Cielos: Gordon Darnaway, ¿dónde está el hombre por el que murió Cristo?

Él se mostró conmovido con estas últimas palabras; sin embargo, no hubo respuesta y en su cara no había señal de otro sentimiento que el de una vaga alarma.

—Usted era el hermano de mi padre. Me ha enseñado a contar con su casa como si fuera la casa de mi padre, y los dos somos hombres pecadores que caminamos ante el Señor entre los pecados y peligros de esta vida. A través de nuestro mal es como Dios nos guía hacia el bien. Nosotros pecamos, no me atrevo a decir porque Él nos tienta, pero sí con su consentimiento, y para cualquiera, a no ser para el hombre más bruto, los pecados son el comienzo de la sabiduría. Dios le ha avisado por medio de este crimen. Y le sigue avisando todavía a través de esta tumba sangrienta que tenemos a nuestros pies. Si a esto no le sigue arrepentimiento, ni mejora, ni retorno a Él, ¿qué podemos esperar sino la consecución de algún Juicio memorable?

Mientras pronunciaba estas palabras, mi tío apartó los ojos y dejó de mirarme.



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