Guardianes del día by Sergei Lukyanenko

Guardianes del día by Sergei Lukyanenko

autor:Sergei Lukyanenko [Lukyanenko, Sergei]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: fantástico, novela de fantasía, ficción
ISBN: 9788499083070
Google: M6_YSAAACAAJ
Amazon: 8499083072
editor: DEBOLSILLO
publicado: 2010-07-01T22:00:00+00:00


4

Al entrar en el despacho de Hesser, Semión se detuvo un instante junto a la puerta y negó con la cabeza con movimientos apenas perceptibles.

—No está en Moscú. Lo hemos verificado.

—Esto es absurdo —masculló Ignat desde la butaca que ocupaba—. ¿Acaso no tiene una misión que cumplir aquí con la Uña? ¿Cuál es el sentido de que se haya abierto un portal para salir de la ciudad?

Hesser lo miró de soslayo, con ese aire enigmático que se suele denominar "conocimiento supremo."

—¿Crees que es tan sencillo? —protestó en voz baja—. Al Tenebroso no le quedaba otra opción. Si permanecía en Moscú, se arriesgaba a perder la Uña. Tuvo que alejarse con ella para intentar acceder de nuevo. Lo malo no es eso. Aquí lo verdaderamente jodido es que los Hermanos consiguieron darle la Uña a ese Tenebroso de Ucrania. Y que él se las ha ingeniado para engañarnos.

Hesser dejó escapar un profundo suspiro y precisó:

—Bueno, en realidad no nos engañó... Fue a mí a quien engañó. Y sólo a mí.

Svetlana, que se había instalado en un rincón del sofá, saltó:

—Eso no es cierto, Borís Ignátievich...

Antón, sentado a su lado, y erguido como si se hubiera tragado una vara, se inclinó hacia ella y le pasó un brazo por los hombros.

—No llores, Svetlana. Tú no eres culpable de nada. Ni siquiera yo conseguí adivinar las intenciones del Tenebroso. ¿Qué se te podría exigir a ti?

La voz de Hesser era seca, pero no denotaba disgusto. En definitiva, tenía toda la razón: el jefe de la Guardia Nocturna no tenía nada que reprocharle a Svetlana, porque lo sucedido excedía con mucho el nivel de sus conocimientos y habilidades.

—Sólo hay una cosa que no consigo entender —intervino de pronto Olga, que fumaba compulsivamente sentada en un cojín árabe situado entre la mesa de Hesser y la ventana—. Nos fue imposible detectar con antelación las acciones que emprendería el Tenebroso. ¿Acaso actuaba por instinto, sin meditar ni planificar lo que iba a hacer?

—Eso es lo que parece, sí —respondió Hesser—. Prefiere construir posibilidades en lugar de elegir entre las ya disponibles. Hay que admitir que se trata de una forma muy temeraria de comportarse. Y, por lo mismo, arriesgada. Es probable que su instinto acabe traicionándolo. Y entonces aprovecharemos para destruirlo.

La sentencia de Hesser sumió la habitación en un profundo silencio. Semión la cruzó y fue a sentarse en el sofá que ocupaban Antón y Svetlana.

—En realidad, no fue eso lo que más me intrigó —dijo Hesser mientras extraía del bolsillo un paquete de Pall Mall, cuya existencia pareció sorprenderlo. Volvió a guardarlo y sacó del mismo bolsillo un habano guardado en un tubo de aluminio y un enorme encendedor. Con ellos aún en la mano, repitió—: No fue eso, no.

—¿Qué, entonces? ¿La capacidad que mostró para succionar fuerza del portal y, parcialmente, de Svetlana? —adivinó Semión de inmediato—. ¡Cabía esperarlo!, ¿no?

—¿Qué quieres decir con que "cabía esperarlo"? —se asombró Hesser.

Semión se encogió de hombros y respondió:

—Creo que es un mago mucho más potente de lo que pensamos.



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