Grietas by Inés Herrero Martínez

Grietas by Inés Herrero Martínez

autor:Inés Herrero Martínez
La lengua: eng
Format: epub
editor: Ménades Editorial
publicado: 2019-02-24T00:00:00+00:00


Entonces lo veo, a un metro de nosotros, mimetizado con las sombras, un árbol negro que parece mirarnos. Encorvado en un ángulo imposible arrastra los brazos, terminados en ramas afiladas, garras que dejan profundos surcos tras de sí. No distingo sus piernas, se funde con la tierra, en su cara no hay rasgos, solo dientes, que atraviesan el aire con un silbido. Sus mandíbulas se cierran, nos abandonan en la oscuridad, devorando los gritos del chico, tragando el fuego. Tiro del cuerpo de Hino.

—¡Tenemos que encontrar agua, eso les asusta!

No sé si nos persigue, me aterra la idea de pararme a comprobarlo. Parece que llevemos horas corriendo, a ambos lados las hileras de árboles se extienden idénticas. Llegamos a un tramo donde el suelo es más blando, huelo la tierra mojada, un hilo de agua destella bajo mis pies. Estamos a salvo. Siento a Hino en el suelo, se queda congelada, mirándome fijamente, como si yo fuera el monstruo que nos perseguía.

—¿Cómo sabías que el agua les asusta? —me teme, lo noto en su voz.

—El bosque Aokigahara está lleno de leyendas.

—¿Qué nos perseguía?

—Waru, seres de oscuridad. La luz que nos guio hacia ellos era un fuego fatuo, la forma que toman las víctimas del bosque.

—Kimura está…

—Muerto.

—Ellos lo mataron.

—No, los waru no atacan a las personas, se alimentan de los muertos.

—¿Por qué huíamos entonces?

El silencio del bosque es denso a nuestro alrededor, un lugar maldito. Me hundo en los ojos de Hino, hace muchas preguntas, no sé si resistirá todas las respuestas.

—Hay fuerzas poderosas encerradas en este lugar, dos espíritus enfrentados. Los waru obedecen a Kuraidesu, el espíritu del bosque.

—¿Cómo es Kuraidesu?

—Nadie lo sabe, no tiene cuerpo, no puede materializarse aquí. Es el reflejo de la oscuridad del mundo.

—¿Nadie puede detenerlo?

—Solo Seikatsu, el espíritu del Lago. Sus aguas tienen el poder de purificar las almas que devoran los waru. Hay gente que asegura que está encerrado en el cuerpo de un pez transparente, que brilla por las noches bajo las aguas del lago Saiko, pero eso solo son historias de pescadores.

Hino entrecierra los ojos, se recuesta sobre su brazo y duerme. Las piernas recogidas contra su vientre hacen parecer su cuerpo más pequeño, rodeada por las inmensas copas de mar de árboles, que la envuelven con sus peligros siempre acechantes. Frunce el ceño dentro de una pesadilla, acaricio su piel rosada por el sol y se estremece bajo mis dedos. El cansancio me vence al poco tiempo, yo también duermo.

Despierto a mediodía, estoy sediento.

—¿Por qué estabas en el bosque?

—Es complicado.

—Seguro que podré entenderlo, pruébame.

—Iba a suicidarme.

Ella se calla, está de espaldas a mí, pero puedo imaginar su expresión.

—¿Por qué cambiaste de idea?

—Te escuché gritar, y pensé que no me importaba vivir unas horas más.

—¿Me ayudarás a encontrar a Kimura? Quizá Seikatsu pueda salvar su alma.

Yo sabía que era imposible encontrarle, hay cientos de almas en este bosque, pero no tengo nada que perder. No puedo pensar con claridad, me encuentro muy débil, necesito agua.

Apoyado contra un tronco, contemplo los kilómetros de



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