Greta Bover. Organizadora de (bodas) divorcios. ¿Celebramos el tuyo? by Yanira García

Greta Bover. Organizadora de (bodas) divorcios. ¿Celebramos el tuyo? by Yanira García

autor:Yanira García [García, Yanira]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Humor, Romántica
publicado: 2020-05-18T16:00:00+00:00


CAPÍTULO 40

LA UNIÓN HACE LA FUERZA

Predicar sin el ejemplo no es lo más aconsejable del mundo, la verdad.

Cierto es que aquel encuentro con Carlos fue bastante insólito. La idea era que él entendiese que tenía que luchar por lo que quería porque el tiempo es efímero, pero, por otra parte, creo que la que se llevó una dosis de humildad con sus propias palabras fui yo.

Vamos en dirección a Madrid. Hace ya varios sábados que hicimos este mismo recorrido con la intención de que Lola se sintiese bien, que marcase las pautas de su celebración y de que el resto hiciésemos piña con ella. Hoy, aunque el trayecto es el mismo, el volumen de nuestros gritos es bastante parco en comparación con ese día.

Lola y Noa van detrás, como la otra vez, en silencio. Elsa sigue ensimismada, y yo, yo estoy completamente convencida de que he entrado en un bucle en el que, cada vez que doy un nuevo paso, más me hundo en el fango.

—Estoy enamorada de Sebas. En realidad, creo que lo he estado siempre. Y tengo una conversación pendiente con Borja a la que le he estado dando largas porque me siento mal por toda la situación y porque creo que se me está yendo de las manos. Todo se me ha ido de las manos. —Lo suelto con tanta rapidez y entereza que me sorprende a mí misma.

No las veo, pero sé que Lola y Noa me están observando. Elsa resopla y sonríe, a ella sí que la veo.

—Por fin lo admites —suelta Elsa.

—Por fin —repite Noa.

—Y tú, Lola, ¿no tienes nada que decirme? —Total, ya de perdidos al río.

—Bendita sinceridad. —Eso es todo lo que suelta por esa boquita de piñón.

—Recuerda mis palabras, Lola; ver, oír y callar —le repite Elsa.

—Sobra decirlo, la verdad —le suelta algo dolida.

—No te lo tomes a mal, pero es tu hermano y, ya sabes, la sangre llama y todas esas mierdas varias.

—¿Qué vas a hacer? —pregunta Noa obviando la pulla de Elsa.

—Nada. No puedo hacer nada, en realidad. El otro día fui al ayuntamiento con la intención de decirle que todo esto tenía que quedarse en nada y que cada uno debía continuar con su vida como siempre hemos hecho.

—¿Y qué te dijo mi hermano?

—Aceptó.

—¿Sin más? —insiste Lola.

—Sí. ¿Qué otra cosa puede hacer? No hay mucho más. Él está con ella, y yo sobro en esa ecuación.

—Mi hermano no está enamorado de Cayetana, es el sentimiento ese de protección.

—Sentimiento o no, es lo que hay. Entre nosotros no hay nada, chicas, nada de nada.

—Os acostasteis —matiza Noa como si eso fuese motivo de boda.

—¿Y? Es sexo, ya sabes, cosquillas en la entrepierna, fuegos artificiales y todas esas cosas que cuando llegan te hacen perder la poca cordura que te queda.

—Sebas no es así —insiste Lola—. No es de los que se tiran a cualquier tía que encuentran a su paso, estoy segura de que si ha hecho eso contigo es por algo, en eso él y yo somos iguales.

—No



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