Gran Cabaret by Grossman

Gran Cabaret by Grossman

autor:Grossman
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España


Amaba apasionadamente a Liora, la chica de mi clase que hizo guardia conmigo en el puesto de guardia del flanco norte del campamento la noche antes de aquello. La había amado con pasión durante casi dos años, pero nunca me había atrevido a hablarle. Dóvaleh sabía que yo estaba enamorado de ella. Era la única persona del mundo a la que se lo había contado. El único que sabía preguntarme por ella y, en realidad, el único capaz de arrancarme, con sus preguntas penetrantes y socráticas, la certeza de que la amaba. Que se trataba de amor. Que esa era la naturaleza del sentimiento que me torturaba cuando estaba junto a ella convirtiéndome en un ser todavía más mohíno y taciturno. Aquella noche, allí, durante la guardia, a las tres de la mañana, Liora y yo nos besamos, y acaricié por primera vez el cuerpo de una chica. Allí tocaron a su fin mis largos años de soledad en la clase y en el colegio y empecé, podría decirse, una nueva vida.

Dóvaleh estuvo conmigo en el puesto de guardia. Lo que quiero decir es que hablé con ella como hablaba con él. Como él me había enseñado en nuestras conversaciones de walkie-talkie. Porque me había convertido en un alumno aventajado. En cuanto Liora y yo llegamos al puesto, le pregunté por sus padres, por cómo se habían conocido, y después por sus dos hermanos pequeños. Se quedó muy sorprendida. Le había dado de lleno en la línea de flotación. Con insistencia, astucia y muchísima paciencia conseguí que hablara y que poco a poco me contara lo de su hermano autista, que vivía recluido en una institución y del que sus padres apenas hablaban. Yo me sentía perfectamente entrenado y listo para ese encuentro: sabía preguntar y sabía escuchar. Liora hablaba y lloraba, volvía a hablar y volvía a llorar, y cuando conseguí hacerla reír lo hizo bañada en lágrimas, unas lágrimas que después de acariciarla y abrazarla, besé. Hubo en todo aquello, sin embargo, cierto engaño por mi parte, una especie de trampa de la que jamás he llegado a entender sus recovecos. La artimaña del empleo de una ganzúa. Noté que revivía de nuevo al Dóvaleh de antes para servirme de él en aquel momento con Liora y dejarlo fluir por mi garganta, aunque con la sangre fría más espantosa, porque sabía perfectamente que después de aquello volvería a borrarlo de mi vida.

Aquella mañana, allí sentado en la arena con los de mi destacamento, cuando la sargento vino a llamarlo, yo estaba completamente ebrio. Ebrio de amor, de un sentimiento de redención y de falta de sueño. Lo vi levantarse y seguir a la sargento, pero ni siquiera me pregunté adónde iba. Después, por lo visto, volví a sumergirme en mis fantasías con Liora, a enredarme en el entramado de la increíble y suave textura de sus labios, de sus pechos, del vello de sus axilas, de manera que cuando volví a mirar, él ya estaba andando con las manos detrás de la sargento.



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