Genes, cerebros y símbolos by Jordi Agustí

Genes, cerebros y símbolos by Jordi Agustí

autor:Jordi Agustí [Agustí, Jordi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Biología, Ciencias sociales, Ciencias naturales
editor: ePubLibre
publicado: 2021-10-06T00:00:00+00:00


Comportamiento

De acuerdo con las correlaciones establecidas por R. Dunbar, sabemos que las sociedades de Homo ergaster y Homo erectus podían llegar a estar constituidas por un número mucho mayor de elementos que las de sus predecesores, de hasta 80 o 100 individuos. ¿Por qué este aumento en el tamaño de los grupos? La explicación hay que buscarla en el cambio de estrategia que impusieron las nuevas condiciones climáticas y ambientales. Con la expansión de las sabanas y las tierras áridas, las masas boscosas que habían servido de refugio a los australopitecinos y a los primeros Homo fueron mermando, probablemente reducidas ahora a los bosques galería que bordeaban lagos y corrientes fluviales. En este contexto, los recursos se volvieron cada vez más escasos y costosos, por lo que aquellos homínidos se vieron obligados a abandonar el bosque y expandirse por la sabana, un medio que hasta entonces les había resultado inaccesible. Hablamos de que aquellos homínidos «salieron del bosque», pero en realidad no fue exactamente así. Ellos no abandonaron el bosque: el bosque los abandonó a ellos.

La sabana era un medio en el que las grandes manadas de herbívoros ofrecían abundantes recursos para un comedor de carne, pero era también un medio mucho más peligroso, poblado por una amplia gama de depredadores. ¿Cómo afrontar el peligro que representaban los grandes carnívoros que habían hecho de los espacios abiertos su territorio de caza? Pero aquellos homínidos portaban en sus genes la estrategia de protección que había asegurado la supervivencia de los primates durante millones de años: la sociabilidad. Como ya hemos apuntado, para un primate no hay mejor medio de defensa frente a potenciales depredadores que estar integrado en un grupo bien cohesionado. Al aumentar el tamaño del grupo, las bandas de homínidos podían adentrarse en la sabana, a sabiendas de que al menor indicio de peligro alguien daría la señal de alarma con suficiente antelación. Inmediatamente, los elementos más potentes y agresivos del grupo se posicionarían, de cara a disuadir al potencial agresor. El depredador tomaría conciencia entonces de que, como mínimo, dar con alguna de las presas le iba a resultar una tarea ardua y costosa, cuando no peligrosa. Mejor dejar a los homínidos en paz, a la espera de una mejor ocasión. El grupo actuaba como mecanismo de protección de sus componentes.

Aquellos primeros pobladores de la sabana estaban perfectamente adaptados al nuevo medio. Sus cuerpos eran más grandes y estaban bien preparados para la carrera y para aguantar una marcha sostenida. Correlativo al aumento del tamaño del cuerpo se había producido también un aumento del tamaño del cerebro. Gente con una mayor inteligencia y una mayor capacidad de dispersión podía ahora lanzarse a la exploración de nuevos territorios. De esta manera, Homo ergaster fue capaz de abandonar la vida sedentaria de sus predecesores y recorrer largas distancias a través de la sabana abierta, a la búsqueda de agua y recursos, tal como hacen hoy los modernos masái y otras tribus de la zona del Turkana.

Y, efectivamente, las evidencias arqueológicas



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