Fugitiva by Inés Plana Gine

Fugitiva by Inés Plana Gine

autor:Inés Plana Gine [Plana Gine, Inés]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2024-03-03T00:00:00+00:00


Capítulo XXVIII

Rosaura se había alejado de Ignacio sin mirar atrás, no quería arrepentirse de haberlo apartado de sus infortunios. Le avergonzaba sufrir tantos. Quería claudicar y entregarse, como le había aconsejado su amigo, pero a Adrián lo había gestado en sus entrañas y, si se rendía, era como si traicionara ese vínculo materno, el más irrenunciable. Se enfrentaba a sus dilemas mientras recorría una calle cercana a la plaza de España, buscando arrimarse a algún portal para llamar a Martina. Sospechaba de Lorenzo Ordaz. Aunque no tenía prueba alguna de que hubiera sido el autor del navajazo, tenía ese presentimiento y quería pedirle a la inspectora que investigara dónde estaba él en ese momento. La coartada, esa era la clave. Había decidido también llamar a Beatriz, su hermana. No lo había hecho hasta entonces porque le carcomía el remordimiento de no haber acudido al funeral de su padre, pero ahora brotaba un sentimiento nuevo en ella: la echaba de menos. Era la única familia que le quedaba. Añoraba los tiempos ya muy lejanos en los que estaban los cuatro juntos y eran felices. Se sentía una apátrida, ya no pertenecía a ningún lugar.

Caminaba por la calle arrastrando su tristeza cuando pasó por delante de un pub y prácticamente la arrolló un grupo de chicas que salía del local. Cantaban y reían, estaban desatadas. Intentó esquivarlas, pero la algarabía la apresó. Y no solo eso: una de las muchachas, de la que no dudó que estaba ebria, le colocó en la cabeza una diadema con los dos cuernos de Lucifer —todas la llevaban—, la agarró del brazo y la arrastró con el resto del grupo, que avanzó por la calle, alborotado. Rosaura intentó zafarse, pero la diabla no la soltaba.

—¡Déjame! ¿De qué vas? —le gritó para hacerse oír.

—De qué voy, quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos, todo es un misterio —le contestó la chica, partida de risa.

De repente, todas las diablas se agarraron de las manos formando un círculo en medio de la calle y empezaron a cantar: «Al corro de la patata, comeremos ensalada, lo que comen los señores, naranjitas y limones. A chupé, a chupé, sentadita me quedé», y se agacharon todas y muchas de ellas no pudieron levantarse de lo borrachas que iban. Rosaura aprovechó el momento para intentar alejarse del grupo. Se quitó la corona de Lucifer y la tiró, pero entonces le gritaron: «¡Eeeeeeh, eso no se hace!». Una de las chicas recogió del suelo los cuernos del diablo, se los volvió a colocar a Rosaura en la cabeza y las demás aplaudieron el gesto.

—No sé qué estáis celebrando, pero yo no soy del grupo, os habéis confundido.

Alzó la voz para hacerse oír entre el alboroto, aunque les habló en un tono amable. Estaban pasadas de copas, no quiso aventurarse a que montaran más gresca y llamaran la atención de vecinos o, peor aún, de la policía. Tras escuchar sus palabras, las chicas se quedaron todas en silencio, la miraron con recelo y una de ellas le dijo con voz arrastrada: «Si no perteneces al grupo, entonces tendremos que matarte».



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